Prototipicidad e inclusividad en la práctica argumentativa: metáfora

AutorCristián Santibáñez
Páginas227-249
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Prototipicidad e inclusividad en la práctica
argumentativa: metáfora
8.1. INTRODUCCIÓN
Ubicuidad de la metáfora es el rasgo saliente de este fenómeno cognitivo
que cautiva a muchos analistas. Es una ubicuidad lingüística y simbólica en
general, a primera vista. Frente a este dato inicial, no seré una excepción. Y
no la obviaré por el simple hecho que expresa inferencialmente, de una forma
multidimensional, asuntos cognitivos de primerísima importancia que el
título de este capítulo tímidamente captura: prototipicidad e inclusividad.
Como en otros capítulos de este libro, debo dejar inmediata constancia
de una cautela: la metáfora ha recibido tanta atención que, difícilmente,
estaré cerca de una justicia poética relativa a la mención de la mayoría de
sus cultores. Ahora bien, entre los muchos acercamientos existentes hoy,
quiero hacer mención de uno porque vincula la metáfora a la manifestación
material de los tempranos homínidos. La reconstrucción es como sigue.
Coward y Gamble (2010; véase también Malafouris, 2013) señalan
que la evidencia arqueológica demuestra que fue en la era Neolítica cuando
se enriqueció la cultura material que signicó un paso decisivo, respecto del
ritmo evolutivo, en la potenciación de las capacidades cognitivas. Una de
las claves del proceso, de acuerdo con estos autores, es el proceso de meta-
forización en la cultura material en vez del proceso semiótico atribuido a la
naturaleza de la cultura. Desde la perspectiva arqueológica, valga recordar,
el objeto precede a la palabra. De modo que, incluso desde el punto de
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vista arqueológico, la experiencia hominida material temprana, como se
verá a continuación con algunos datos, obedeció a un patrón metafórico
de entender una cosa por otra. Los autores lo zanjan del siguiente modo:
Whether cognitive revolutions are identied at either or both the ‘Human
or ‘Neolithic’ junctures, when Homo sapiens evolved or a primarily mobile
hunter-gatherer social system gave way to more sedentary agriculturalists
respectively, the reference of material culture to the body has remained
constant. Although of course specic, contextual meanings of particular
‘things’ vary by virtue of the shifting associations between agents in space
and time, material metaphors have always been a consequence of hominin
bodies inhabiting space and time, and clearly pre-date their linguistic
utterance and symbolic appropriation. (Coward & Gamble, 2010: 50)
Estos datos arquelógicos apuntan a que, por ejemplo, el ensamble en la
fauna fue percibida y transportada metafóricamente al entendimiento de las
relaciones con otros agentes; a que el uso de los huesos de personas muertas
se utilizó como mapas mentales respecto de lugares con cierto signicado y
relevancia, formando así una evidente comprensión metonímica a partir de
una materialidad hacia, o por, el espíritu. Citemos nuevamente, con cierta
extensión, a estos autores para apreciar bien el asunto:
In stark contrast to the functionalist approach to lithic analysis common
in archaeology, many cultures display a relational attitude towards raw ma-
terials (Parker-Pearson & Ramilisonina 1998; Stout 2002; Boivin 2004).
Among the indigenous Australian Yolngu, quartzite is considered to grow
in the ground where it is ‘pregnant’ with ‘baby stones’ or ‘eggs’ (see also
Jones 1985; Jones & White 1988; Brumm 2004). Adze makers among the
Irian Jaya also consider the irraw material as intentional, living subjects;
boulders are believed to grow and age as people do, while ‘Social relations
with stone are an important part of production, and care must be taken
to avoid angering pieces through improper practices’ (Stout 2002, 704).
Furthermore, the skill required to work stone is not simply a property of
the isolated individual, but resides in a complex of social relations with the
living and the dead. Skills are handed down by ancestors, and developed
during formal apprenticeships that might last ve years or more (Stout
2002, 704-5). e exchange of manufactured pieces enchains people fur-
ther, materially and mnemonically (see e.g. Kim MacKenzie’s classic lm

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