Primer acto de conciliación en B...City y Pedofilandia

AutorAlfonso García Figueroa
Páginas199-232
- 199 -
VII.
Primer acto de conciliación
en B…City y Pedofilandia
Es muy probable que Dios no exista (así nos lo dicen nume-
rosos peritos ontológicos y cosmológicos de prestigio); pero
ahora que se diría que los ateos llevan las de ganar y que todo
parece indicar que Dios ni existe ni falta que hace para tratar
de explicar el origen del universo, resulta que los ateos pare-
cen anticuados256. Nadie dice que las cosas hayan sido fáciles
para el ateo y su credo, pero en un cierto sentido su situación
parece hoy en día más precaria todavía. Hoy el ateísmo ya
no es aplastado por la tiranía del poder o por la más sutil del
desprecio social, sino más bien por una indiferencia que vuelve
impúdicamente la espalda a todos los argumentos, vengan de
quien vengan. Y ello parece más grave porque probablemente
256 Esta conciencia ha permitido afirmar que “(i)nsistir en posiciones me-
tafísicas ateas y materialistas que se afanan por querer “demostrar racio-
nalmente” que Dios no existe o en posiciones teístas y espiritualistas
atareadas en querer “demostrar racionalmente” que Dios existe signi-
fica estar combatiendo en posiciones retrasadas” (G. GiorGio, “Pensar
la encarnación”, introducción a G. vattimo y C. dotolo, Dios: la posi-
bilidad buena, trad. A. Martínez Riu, Herder, Barcelona, 2012, pp. 15 s.).
- 200 -
Alfonso García Figueroa
la indiferencia se ensañe con las ideas, ateas o teístas, con más
crueldad que las persecuciones o el ostracismo. Cuando las ideas
transformadoras son perseguidas, todavía podemos al menos
luchar por ellas. Cuando son pasto de la indiferencia, parecen
perder su propio sentido y el de la reflexión que las sustenta.
Por si fuera poco, aquellos ateos que aún no se han en-
tregado a la indiferencia viven en un mundo crecientemente
materialista en el que Dios cada vez se ha ido espiritualizando
más por su cuenta, hasta convertirse en un concepto intangible,
inaprensible y, por tanto, inatacable. Hace ya unos cuantos años
que el ateo Chapman Cohen se quejaba amargamente de esta
evolución en los siguientes términos:
“Desde el dios, o dioses, muy definidos de la Humanidad pri-
mitiva avanzamos hacia el Dios vago e indefinido del teísta
moderno —un Dios que aparentemente nada pretende ni hace y
que a lo sumo permanece como un símbolo de nuestra contumaz
ignorancia. Este proceso no puede prolongarse eternamente.
El proceso de atenuación debe detenerse en algún punto…”257
En capítulos anteriores la sensibilidad hacia este proceso
de espiritualización de Dios nos ha llevado a tratarle no tanto
como alguien a quien acusar, sino más bien como una idea
evanescente que examinar, una creencia cuya utilidad práctica
debía ser contrastada en un casino pascaliano y en una Gomorra
global e hipotética.
Ciertamente, Dios se nos ha vuelto con los años más y más
escurridizo, pero no por ello debería la acusación chambersiana
caer en el desánimo, pues afortunadamente podemos proseguir
con la causa trasladando la responsabilidad de Dios a los porta-
dores de su creencia, que no son otros que sus representantes y
agentes terrenales. Más si cabe cuando comprobamos que estos
la asumen con sorprendente desenvoltura. En efecto, incluso en
el supuesto —en el fondo desagradable para el ateo— de que
Dios no existiera, los clérigos y creyentes deberían responder
de algún modo por la creación de un concepto tan influyente
257 Ch. Cohen, Theism and Atheism. The Great Alternative, cit., p. 12.
- 201 -
Primer acto de conciliación en B…City y Pedofilandia
y transformador como el de Dios. En consecuencia, si en el
pasado Dios se nos presentó como un padre benefactor aunque
severo al que cabría pedir explicaciones incluso por lo que hacen
sus pobres criaturas (es un caso de lo que los juristas llaman
“responsabilidad objetiva”258); hoy en cambio sus criaturas
más fervientes (clérigos y creyentes) deberían responder por
lo que ese Padre, ya achacoso y prácticamente desahuciado en
su manifestación tradicional, sigue provocando en el mundo
desde su asilo. Para consuelo del ateo más combativo, a falta
de un Dios al que pedir responsabilidades, nos quedan, en fin,
numerosos representantes y agentes a los que encausar y es
de justicia reconocer que, entre todos ellos, quizá la Iglesia
católica haya sido la institución que con más valentía se haya
aprestado a asumir responsabilidades, erigiéndose en algo así
como la responsable moral subsidiaria de toda la desgracia en
el mundo. Lo que voy a decir puede parecer demasiado dolo-
roso para el ateo tradicional, pero se trata de una realidad que
no cabe ocultar por más tiempo en especial entre los pueblos
latinos: El ateo debería de estar especialmente agradecido a la
Iglesia por mantener vivo un proceso que sin sus buenos oficios
estaría archivado tiempo ha.
Estas reflexiones nos abocan a una pregunta: Anteriormen-
te hemos visto que no tiene mucho sentido creer en Dios porque
nos convenga individual o socialmente, pero ¿podemos de ver-
dad imputar a Dios y sus representantes las malas consecuencias
de la creencia en Dios? Veámoslo con algo de detenimiento sin
renunciar a otros asuntos involucrados en la cuestión.
258 Por decirlo brevemente, se trata de la responsabilidad que asumimos
incluso cuando no tenemos culpa de lo sucedido. Es el caso de la res-
ponsabilidad por lo que puedan hacer, por ejemplo, nuestros animales.
Puede que yo no sea el culpable de que mi perro muerda a una persona,
pero yo asumo la responsabilidad por lo que él pueda hacer de malo.
Mark Twain se sorprendía ante el hecho de que, siendo los seres huma-
nos máquinas sometidas a una serie de pulsiones e instintos naturales,
se les pudiera pedir alguna responsabilidad, responsabilidad que por sus
máquinas sólo cabría en última instancia imputar a su Creador (De la
Religion. Dieu est-il immoral?, cit., pp. 62 s.).

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR