Presentación

AutorGino Ríos Patio
Cargo del AutorAbogado. Doctor en Derecho
Páginas8-11
La criminología como ciencia social multidisciplinaria que estudia el crimen, el
criminal, la víctima y el control social, con la finalidad de proporcionar la información
científica necesaria para diseñar e implementar una política idónea de prevención,
reducción y sanción razonable de la criminalidad, así como un control social no
configurador, violento y punitivo; no es aplicada en los países iberoamericanos, en los
cuales, por el contrario, la respuesta histórica a la criminalidad es emotiva, castigadora,
selectiva y discriminadora. La razón de semejante despropósito es política, igual que la
causa de la criminalidad.
En efecto, la injusta estructura económica, la arbitraria estructura política, la desigual
estructura social y la excluyente estructura cultural de nuestros países periféricos
latinoamericanos, originan un statu quo que favorece a minorías con poder económico y
que se mantiene mediante el ius puniendi estatal destinado a contener a los individuos
pertenecientes a los grupos vulnerables, marginales y carenciados, así como a
configurar como delincuentes a todo aquel que no acepte su situación y rol de
conformidad y obediencia al estado de cosas existente; lo cual permite deducir que no es
que individuos problemáticos hagan una sociedad conflictiva, sino por el contrario, una
sociedad con estructuras odiosas y conflictivas hace ciudadanos conflictivos.
En sociedades maduras y desarrolladas, donde la libertad tiene como complemento a la
igualdad, y ambas sostienen la dignidad humana, la criminalidad se mantiene en niveles
tolerables para la convivencia social, gracias a políticas públicas de prevención
informadas por la criminología contemporánea, que se caracteriza por cuestionar y
criticar constructivamente el ejercicio del poder de castigar que posee el Estado y la
normatividad, operatividad y ejecutividad del sistema penal, razones por las cuales se le
conoce como politología del delito.
En nuestros países periféricos indoamericanos, el poder de criminalización en sus fases
de definición, asignación y ejecución, aún se pretende legitimar y justificar con un
discurso criminológico anacrónico, propio de la criminología positivista, tradicional,
lombrosiana, que cohonestaba la persecución y la venganza penal de los pobres que,
como carne de presidio, sobre pueblan las cárceles hacinadas y tugurizadas de nuestra
región. De nada ha servido el transcurso de poco más de cien años de criminología en
nuestra región, para evolucionar desde la búsqueda del paradigma etiológico y la
consideración del crimen como un problema de degeneración moral de las clases
populares hacia la visión del delito como un problema social.
Nos hemos estancado, lamentablemente, en una óptica individual, y a veces social, de la
causa del crimen, sin querer ver que la causa es estructural y política, pues ella atraviesa
nuestra realidad transversalmente haciendo creer que el crimen es obra de seres
anormales y enfermos, que deben ser considerados enemigos y tratados con una
legislación distinta a la del ciudadano, como si fueran otros, ajenos a nuestra situación y
contexto.
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