Oscar Miró Quesada de la Guerra

Páginas186-188
190
OSCAR MIRÓ QUESADA DE LA GUERRA
(Lima, 1884-1981)
ESCRITOR FECUNDO, divulgador incansable y hombre altruista. De mirada
einsteniana, erudición formidable y generosidad a la altura de su sabiduría. Estudió
Letras y Derecho en la Universidad de San Marcos, convirtiéndose por méritos
propios en un sobresaliente exponente de la generación del «novecientos»; viajó a
Europa, en donde se vivía el esplendor del positivismo y el vigoroso desarrollo
industrial. El joven Oscar no se limitó a analizar de dónde provenía la ascendente
acumulación de capital, sino, qué elementos sostenían dicho crecimiento, el mozo
peruano descubrió el poder oculto de la ciencia y la técnica en el éxito europeo.
El 8 de septiembre de 1901, inauguraba en El Comercio una serie de
artículos que acercaban nuestro medio cultural a las más adelantadas fuentes del
conocimiento. Su primera nota versaba sobre la técnica del hipnotismo, desechando
la superstición y dándole un carácter científico, experimental y psicológico.
Atento y preocupado con el quehacer de su generación, en 1908 estuvo entre
los fundadores del Centro Universitario, antecedente del gremialismo estudiantil, que
buscó diversos canales para comunicarse con la sociedad, desde allí propugnó el
primer extensionismo universitario, donde se pueda brindar el máximo de cultura al
pueblo. Las Universidades Populares, posteriores, se incubaron en este espíritu noble
de educar a la población postrada en la ignorancia.
En 1911 se doctoró en jurisprudencia con la tesis: La nacionalización del
Derecho y la extensión universitaria. Su descollante inteligencia le brindó el honor de
reemplazar a un maestro ilustre en la cátedra universitaria: Mariano II. Cornejo,
quien dejó los cursos de Sociología y Pedagogía por sus responsabilidades públicas
en el extranjero; en la Facultad de Derecho fue convocado para dictar el curso de
Derecho Penal y por su versación sobre el tema, programó e inauguró en nuestro
medio el dictado del novedoso curso de Criminología, escuchándose por primera vez
las polémicas teorías de César Lombroso y Enrico Ferri.
Contempló el vértigo que produjeron los nuevos inventos: la radio, el
cinematógrafo, el neumático, la válvula y la iluminación de neón; todos estos
adelantos los racionalizó en el paradigma positivista: «Todo dogmatismo es una
síntesis estacionaria, y como la ley de la humanidad es el progreso, llega el momento
en que los conocimientos adquiridos no caben dentro de los límites de la
sensibilidad; al pensamiento y a la acción prescriben los dogmas morales, estéticos,
religiosos, etc., y, entonces, como resultante mecánica de la lucha de fuerzas
contrarias, la coherencia sintética del dogma se destruye y derrumba, ante el embate
poderoso del libre análisis racional» (1907).

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR