Oleoducto Norperuano y la CAN

Oleoducto Norperuano y la CAN

Por: Jorge Zavaleta Alegre

Antes de empezar, deseo dejar meridianamente claro que este artículo no ha de ser tomado en absoluto como una postura en contra de quienes denuncian las agresiones al medio ambiente, desde Al Gore hasta el último ciudadano anónimo preocupado por este tema. Al contrario, coincido plenamente con su preocupación ante el temor de que nos estemos cargando el planeta merced a una conducta de irresponsable despilfarro de unas materias primas que, y esto es lo más triste, en buena parte ni siquiera se traduce en una mejora de nuestra calidad de vida, sino como mucho en lujos innecesarios y vanos... claro está que son muchos los que están haciendo negocio con ello, por lo que la verdadera raíz del problema es en realidad, como siempre, de índole económica; y ya lo dijo Quevedo, Poderoso caballero es Don Dinero.

Sin embargo, observo con desagrado, y éste es el verdadero móvil del presente artículo, que muchas veces se está errando en la diana o, lo que es todavía peor, se está disparando a ciegas, con lo cual además de crear confusión puede incluso que se estén favoreciendo sin quererlo los intereses que resultaría conveniente combatir. Por esta razón, y porque la cabra -en este caso el químico que suscribe- siempre tira al monte, he pensado que quizá podría resultar útil puntualizar una serie de detalles que, desde mi punto de vista, no suelen quedar demasiado claros, siempre bajo la premisa, vuelvo a insistir en ello, de mi compromiso moral con las posturas conservacionistas y respetuosas con el medio ambiente.

Así, para empezar quisiera resaltar algo tan evidente como que el hombre ha modificado su entorno desde prácticamente el mismo momento de su origen como especie, y aún hoy en día se pueden encontrar rastros de esta conducta en los antiguos solares de civilizaciones tan antiguas como la mesopotámica, desertizados al menos en parte por culpa de la actividad humana. Claro está que cuando el problema comenzó a adquirir proporciones preocupantes fue a partir de la Revolución Industrial de mediados del siglo XIX, acrecentándose todavía más con el auge económico de cada vez más amplias regiones del planeta, Norteamérica y Europa primero y China e India en la actualidad. Y desde luego las consecuencias pueden llegar a ser funestas, desde extinción de especies animales y vegetales (como por ejemplo los recientes casos del dodo y el lobo marsupial, o el algo más lejano del moa) hasta auténticas catástrofes ecológicas de todo tipo tales como la deforestación masiva de las selvas tropicales o la cada vez más preocupante contaminación marina.

No obstante estos problemas, aunque tangibles y extremadamente graves y preocupantes, suelen tener en común su carácter local, entendiendo como tal que, aunque en ocasiones puedan llegar a extenderse por áreas tan amplias como la cuenca amazónica, en ningún caso llega a abarcar la totalidad del planeta. Por el contrario, últimamente nos están bombardeando con noticias tales como el cambio climático. ¿Qué hay de cierto en ello?

Pues honradamente, la única respuesta correcta no puede ser otra que la de que no lo sabemos. O dicho con otras palabras, a escala global resulta prácticamente imposible deslindar el efecto de las perturbaciones producidas por la actividad humana de los ciclos naturales propios de nuestro planeta. Si me lo permiten voy a extenderme un poco en ello, ya que constituye la espina dorsal de mi planteamiento.

Para empezar, decir que el clima cambia de forma natural resulta ser una auténtica perogrullada, puesto que basta con leer cualquier libro de geología o paleontología para comprobarlo. A lo largo de su historia la Tierra ha...

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