José Mujica, Sebastián Piñera y Juan Manuel Santos: entre la continuidad y el cambio políticos en Sudamérica

AutorJosé A. Pacheco de Freitas
Páginas249-277
Agenda Internacional
Año XVII, N° 28, 2010, pp. 249-277
ISSN 1027-6750
José Mujica, Sebastián Piñera y Juan Manuel Santos:
entre la continuidad y el cambio políticos en Sudamérica
José A. Pacheco de Freitas
Faced with the choice between changing one’s mind
and proving that there is no need to do so,
almost everyone gets busy on the proof.
John Kenneth Galbraith
ings do not change; we change.
Henry David oreau
1. Introducción
En una reciente columna de opinión publicada en El Mercurio, un diario chileno, el
columnista Hernán Felipe Errázuriz sostenía:
Algo raro pasa. Los presidentes de Ecuador y de Venezuela se abrazan con el nuevo
mandatario colombiano. […] Evo Morales y Alan García no se insultan. Argentina y
Uruguay superaron sus diferencias por la papelera. Ecuador y Perú consolidaron sus
lazos. Chile y Perú decidieron estrechar la cooperación ocial.1
Pese a que no compartimos la explicación que el señor Errázuriz propone, sí coincidi-
mos en que la política internacional latinoamericana experimenta un saludable clima
de cooperación, negociación y conciliación, en el cual las distintas visiones sobre los
modelos económicos y políticos parecen estar comenzando a tolerarse mutuamente.
Si bien a mediados de julio pasado hubo un fuerte intercambio entre los gobiernos
de Colombia y Venezuela, que incluso llegó a tratarse en el marco de la Organización
de los Estados Americanos (OEA) y motivó gran preocupación en la región, hoy el
panorama es más positivo. En palabras de la ministra de Relaciones Exteriores de
Colombia, María Ángela Holguín, «el tema de Colombia y Venezuela se volvió un
1 ERRÁZURIZ, Hernán Felipe. «Oportunidades para Chile». El Mercurio, Santiago: 28 de agosto de 2010.
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asunto regional»,2 y los países de la región reaccionaron con ecacia, recurriendo a la
mediación y a la diplomacia para desactivar la crisis.
La poca ecacia de la democracia representativa para el desarrollo de las poblacio-
nes sudamericanas está dando lugar a dos respuestas cualitativamente distintas. En
primer lugar se dio desde nes de la década de 1990 un alejamiento del modelo
de democracia representativa, economía de libre mercado, apertura comercial y pri-
macía del estado de derecho. El punto culminante de esta primera respuesta fue la
derrota del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) en la IV
cumbre de las Américas de Mar del Plata, en 2005, que desencadenó:
La aparición de nuevos gobiernos que profundizaron el rediseño de sus políticas exterio-
res y cambiaron su ubicación en los alineamientos regionales; una búsqueda de mayor
autonomía de la región en el conjunto de las relaciones internacionales; la proliferación
y consolidación de nuevas instancias regionales de integración, impensadas en la década
anterior, como son los bloques de la Alternativa Bolivariana por las Américas (Alba) y la
Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).3
Cuando se la analiza desde la población, y no desde quien detenta el poder, esa pri-
mera respuesta es un impulso mucho más razonable de lo que suelen conceder sus
críticos. Esta se explica desde la insatisfacción con regímenes democráticos que no
han sido efectivos en la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía. Como recuer-
dan Patricio Navia e Ignacio Walker, si la frustración sobre la pobre capacidad de las
democracias para producir bienes públicos aumenta, crecerá la posibilidad de que
surjan líderes populistas que suelen implementar políticas en detrimento del futuro
de sus países, que frecuentemente tienen débiles compromisos con la democracia, y
que a veces exacerban las tensiones en la región.4 Debe recordarse que la democracia
representativa, así como los valores que se asocian con ella, es un sistema de gobierno,
y como tal debe servir para canalizar adecuadamente las demandas de los colectivos
que integran la sociedad gobernada. Si la democracia es un medio o un n es un
debate que no corresponde a este trabajo, pero fuera de dicha discusión es evidente
que, como todo sistema político, solo una democracia efectiva podrá ser sostenible.
La segunda respuesta ha sido posterior al surgimiento de posturas que cuestio-
nan el sistema democrático y busca responder al problema de la poca efectividad
de la democracia con una profundización de los valores democráticos. Hoy asisti-
mos a realidades políticas en las cuales hay hojas de ruta claramente establecidas,
2 «Entrevista: ‘No podemos seguir mirándonos el ombligo’». Semana, Bogotá: 15 de agosto de 2010.
3 «Integración entre la apertura y la protección». Análisis de Coyuntura. Buenos Aires: junio-julio de 2010.
4 Véase: NAVIA, Patricio e Ignacio WALKER. «Political Institutions, Populism, and Democracy in Latin
America» En Scott Mainwaring y Timothy R. Scully (eds.), Democratic Governance in Latin America. Stan-
ford: Stanford University Press, 2010, pp. 245-265.

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