A 190 años del motin de Balconcillo reflexiones sobre la evolucion de la figura presidencial en el Perú

AutorFreddy Ronald Centurión González
CargoMaestrante en Derecho Constitucional y Gobernabilidad por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, Docente de Derecho Constitucional e Historia del Derecho en la Facultad de Derecho de la USAT
Páginas1-11

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Introducción

Todos los países latinoamericanos han sido y son presidencialistas, contando con el apoyo de fuertes tradiciones y costumbres. En el caso peruano, estas tradiciones se han generado a la vez desde los tiempos incaicos. El Inca, si no era un dios, sólo por ser intichuri (hijo del Sol), ya era un mediador entre el mundo divino y humano, un objeto de culto y de adoración, siempre conducido en andas, ante quien los hombres no tenían el derecho de alzar la mirada. Tal temor pasó a la época colonial, pero transferidos a conquistadores, encomenderos, corregidores y virreyes. Además los Incas no eran sólo dueños de la vida de sus súbditos: eran también sus pastores, "padres " de los indios, como refieren los cronistas. Esta vena mesiánica se transfirió a los curacas, a los misioneros y sacerdotes, e incluso al Rey.

Toda esta tradición de poder, de autoridad severa y paternal, primero andina, luego hispánica, pasó a los tiempos republicanos: se proyectó en los Libertadores y en los Presidentes, como personajes, caudillos, a los que el pueblo conoce y sigue, tendencia que pese a la introducción de instituciones parlamentaristas desde 1856, ha seguido reforzándose durante el siglo XX. De esta forma, si Europa ha sido el campo del parlamentarismo, América lo ha sido del presidencialismo, donde no ha habido más poder efectivo que el del Presidente de la República, del que muchas veces ha dependido, a lo largo de la historia, toda la organización y la vida política del país. Víctor Andrés Belaúnde llegó a decir, en un juicio que pese a los años no ha perdido validez, que el Presidente de la República es un Virrey sin monarca, sin Consejo de Indias, sin oidores y sin juicio de residencia1.

El accidentado nacimiento de la Presidencia de la República

A pesar de la invocación del Libertador San Martín, la desunión aumentó en las filas patriotas. A inicios de 1823, el Congreso Constituyente se dedicaba a una múltiple labor,

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incluyendo asuntos de poca monta, mientras la guerra continuaba, llevando a los desastres en la campaña de puertos intermedios, con lo cual, la postura defendida por José Faustino Sánchez Carrión, de optar por una Junta Gubernativa, quedó desprestigiada, con lo que se precipitó el "primer choque entre Parlamentarismo y Militarismo"2.

El 26 de febrero de 1823, en un mal presagio para la institucionalidad de la naciente República, el ejército acantonado en la Hacienda de Balconcillo, cercana a Lima, envió al Congreso una solicitud pidiendo la designación de un "jefe supremo que ordene y sea velozmente obedecido", añadiendo el nombre del coronel José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete, quien se convirtió dos días después, en el primer Presidente de la República Peruana, y a la vez, en el primer gobernante impuesto por un golpe de estado del Perú independiente.

Buscando impedir que en el futuro volvieran a acontecer hechos semejantes, el Congreso tomó dos actitudes bastante discutibles al apreciarlos casi dos siglos después. Por un lado, buscó reducir lo máximo posible las facultades del ya definitivo cargo de Presidente de la República. Por el otro, buscó debilitar al ya mariscal Riva-Agüero, oponiéndosele y auspiciando el pronto arribo del general venezolano Simón Bolívar, lo que el Presidente, terco en su afán de lograr la independencia por los mismos peruanos, buscaba evitar, pues veía el afán personalista del caraqueño como una potencial amenaza para su autoridad.

Pero en junio de 1823, las tropas realistas entraron a Lima y Riva-Agüero huyó al Callao con el Congreso. Un grupo de diputados consideró a Riva-Agüero incapaz de ganar la guerra y lo destituyeron, otorgando todos los poderes militares al general Sucre, que presionó para que el Congreso nombrara Presidente al marqués José Bernardo de Torre Tagle. Riva-Agüero se negó a aceptar su destitución, a pesar de que en días anteriores había considerado seriamente en dimitir, y con un sector del Congreso, instaló su gobierno en Trujillo.

De esta manera, el Perú estaba devorado por la anarquía con dos gobiernos, el de Riva-Agüero y el de Torre Tagle, y dos congresos, uno en Lima y otro en Trujillo, sin mencionar que aún se mantenía la presencia española, ya que el Virrey La Serna y sus generales controlaban las importantes zonas de la sierra sur y el Alto Perú. En este contexto llegó Bolívar el 1° de setiembre de 1823 con sus tropas colombianas a las que se unirían los sobrevivientes de las campañas sanmartinianas. Al día siguiente, Bolívar recibió todos los poderes necesarios para liberar al Perú del dominio español, y el Congreso le encargó al Presidente Tagle que coordinara su trabajo de gobierno con Bolívar.

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La Constitución de 1823

En tal coyuntura, se promulgó la primera Constitución del Perú, que sin embargo nunca tuvo ocasión de regir plenamente, nació abortada, ya que fue promulgada por el Presidente Torre Tagle el 12 de noviembre de 1823, sin embargo el día anterior (11 de noviembre de 1823), el Congreso suspendió los artículos incompatibles con la autoridad dada a Bolívar3.

Nuestra primera Constitución establecía un Presidente de la República4 con un mandato de cuatro años, cargo ni vitalicio ni hereditario y sin reelección inmediata5, el cual sería electo por el Congreso. Para ser Presidente se exigía ser ciudadano del Perú con los mismos requisitos que para ser diputado6, esperándose además que el ciudadano que desempeñase esta magistratura contase con "la aptitud de dirigir vigorosa, prudente y liberadamente una República"7.

Pese a ser unipersonal, el Ejecutivo no era poderoso, pues sus funciones8 estaban sujetas a muchas limitaciones9. El Presidente sería asistido por los ministrosde Gobierno y Relaciones Exteriores, de Guerra y Marina, y de Hacienda10, cuyo cargo era incompatible con la función legislativa. Estos ministros, como una forma de controlar al Presidente,debían refrendar todos sus actos11.

De esta forma, en tiempos en los que se necesitaba un liderazgo fuerte para definir la lucha de la Independencia, nuestro primer Congreso y nuestra primera Constitución se mantuvieron en la abstracto, sin ver la realidad compleja que los rodeaba. Sin embargo, como ya dijimos, la Constitución de 1823 no rigió en medio de la vorágine de la campaña final y el arrollador paso del personalismo del Libertador Bolívar. Sólo llegó a regir a partir de 1827, y brevemente hasta la promulgación de la Constitución de 1828.

La Constitución de 1826

Con las victorias independentistas en Junín y Ayacucho, y la capitulación del Callao, el Libertador Simón Bolívar buscó afianzar su poder en el Perú, a fin de lograr crear su idea de la

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Confederación de los Andes. Para ello, y tras varios manejos para acallar a la oposición, Bolívar presentó un proyecto de Constitución, mismo que fue aprobado por el Consejo de Gobierno, sometido a los colegios electorales en las diferentes provincias del Perú, y ratificado por el mismo Consejo en noviembre de 1826, sin que en su texto o ratificación participaran representantes elegidos por el pueblo o por éste directamente12.

A diferencia de su antecesora, la Constitución de 1826 llevó el presidencialismo a su límite. Buscando juntar lo mejor de la monarquía y de la república, Bolívar juntó sus defectos, siendo un intento extraño por imponer un gobierno autoritario, en base no a tres sino a cuatro poderes públicos, con la adición del Poder Electoral a los tres poderes clásicos.

Así, el Poder Ejecutivo residía en un Presidente Vitalicio, de lo que derivaría el remoquete de Vitalicia con la que hasta la fecha se conoce a este texto constitucional. Este Presidente contaría con un Vicepresidente y cuatro Secretarios de Estado13.

Para ser Presidente, al igual que con los demás funcionarios, se exigían una serie de requisitos. Debía ser ciudadano en ejercicio, nativo del Perú, mayor de treinta años de edad, que hubiese prestado importantes servicios a la República, demostrando talento en la administración del Estado. Consecuente con la idea de la moralidad que debía tener la administración pública, se exigía que el candidato no hubiese sido condenado jamás por los Tribunales, ni aún por faltas leves14.

Lo que distinguió a la Constitución de 1826 fue el exacerbado presidencialismo que evidenció. Firmemente convencido de que la elección periódica era el estímulo a la dispersión, el alzamiento permanente, la insurrección facciosa y la...

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