Morir es también ley de vida

Por JosefinaMiró Quesada

Hay quienes olvidan que somos seres mortales. Que así como tiene un comienzo, la vida también un final. Vida y muerte son dos caras de una misma moneda. Hablar de morir es también hablar de cómo vivir. Como dice Jorge Drexler, morir es también ley de vida. La muerte digna es eso: elegir cómo deseamos partir. Desconocer esa libertad es mezquino, pues no hay ser más autorizado que uno para saber cuánto más resistir una vida que es fuente de dolor y sufrimiento. Podrías no compartir cómo sobrellevar ese desenlace. Imponerle esa visión a otros, sin embargo, es autoritario. Unos querrán esperar una ?muerte natural? (aunque el avance de la ciencia hoy haya desvirtuado eso de ?natural?). Pero no se es más valiente por decidir hacerlo así. Otros querrán tomar las riendas de un bien que es suyo. Abogar por el derecho a una muerte digna es hacerlo por la vida, la dignidad, y la libertad hasta el final de nuestros días.Hoy, el Estado peruano se arroga esa libertad. En suma, nos dice que la vida es un bien sagrado, sobre el que no tenemos dominio. Que estamos equivocados si creemos que la vida es ?nuestra?. Y criminaliza a quien ayuda a ponerle fin, por encima de la voluntad del titular de este derecho. Etiqueta como si fuera un delincuente avezado a quien contribuye a materializarlo. Y de paso, discrimina entre quiénes pueden quitarse la vida de facto, y quiénes no pueden hacerlo por sí mismos. Su discurso, sin embargo, es incoherente.Primero, porque la dignidad es el fundamento último de su existencia (artículo 1 de la Constitución). El Estado está para servir a las personas, no a al revés. Desconocer nuestra autonomía para diseñar nuestro proyecto de vida es tratarnos, siguiendo a Kant, como medios, y no fines. ¿Obligarnos a vivir a costa de qué fin ajeno a nuestra voluntad? Segundo, ya el TC ha reconocido que la vida es más que biología. Tan es así que la ley define la muerte como el cese de la actividad cerebral, aun si los tejidos u órganos mantienen actividad biológica. Y es que no se protege la subsistencia, sino la vida en condiciones dignas. Esto, que quede claro, no es algo objetivo de medir. Es digna o no, según quien la vive. Tercero, la Ley General de Salud reconoce que podemos rechazar tratamientos médicos, aun si ello tiene como desenlace la muerte. Es decir, tan indisponible la vida no es. De eso va el principio de autonomía que rige la bioética: el paciente, no el médico, tiene la última palabra. A pesar de...

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