Karl Marx y el debate sobre la historia

Por Historiador, profesor de la PUCPEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.¿Sobre qué base interpretamos los hechos que narramos los historiadores? ¿De acuerdo a lo que se propusieron alcanzar los hombres de las épocas que estudiamos? ¿Siguiendo un patrón personal de elementos de virtud o justicia? ¿Nos guiamos, acaso, por un marco comparativo universal, determinado por los logros de las sociedades más exitosas o ?avanzadas?? O tal vez alguno piense que no es nuestra tarea interpretar los hechos, sino solo dar cuenta de ellos con objetividad y pretendida inocencia. Hace 200 años nació en Alemania (cuando todavía este país no existía como un Estado nacional, pero sí como un territorio unido por un idioma y unas costumbres comunes) Karl Marx, un filósofo y economista a quien le tocó vivir en una época optimista en que los hombres consideraban que todo cuanto acontecía en el mundo podía llegar a ser entendido ?científicamente?. Esto significaba determinar los fenómenos que lo causaban, así como los que de ellos se derivaban. La promesa de alcanzar este grado de conocimiento era enorme, puesto que abría las puertas a una etapa en la que sería posible intervenir en el mundo, evitando o minimizando las cosas malas y propiciando, en cambio, las que aumentaban el bienestar de la gente. Lo que los físicos y biólogos estaban consiguiendo en el campo de la naturaleza, los sociólogos y economistas podrían conquistarlo en el ámbito social y de la producción. Sería el fin de la pobreza, la guerra y, quizás, la corrupción. Tal era el premio si los hombres conseguíamos descubrir ?las leyes? que determinaban nuestra conducta social y nuestros hábitos económicos. Marx se propuso algo todavía más ambicioso: establecer cuáles eran las leyes de la historia. Vale decir, qué determinaba los cambios a lo largo del tiempo de las estructuras económicas, políticas y sociales bajo las que vivía la gente. No lo pensaba para un solo país, como podía ser el suyo, sino para toda la humanidad: qué determinaba, en suma, la evolución y el destino de los pueblos del mundo. Tremenda pretensión hoy nos deslumbra, o nos mueve a una sonrisa, pero la idea no ha dejado de inquietarnos: ¿es posible observar regularidades en la marcha de las sociedades a través del tiempo, a partir de las cuales pueda configurarse una...

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