José León Barandiarán

AutorCarlos Fernández Sessarego
Páginas15-16
Un
gris
e
invernal
día
de
abril
de
1945
tuve
el
privilegio
de
cono-
cer
a
José
León
Barandiarán.
Apenas
estudiante
de
primer
año
en
la
Facultad
de
Derecho
de
la
Universidad
de
San
Marcos.
León
Baran-
diarán
inició
su
lección
en
una
amplia
y
luminosa
aula
del
segundo
piso
del
patio
de
Derecho.
Nos
impresionó
y
cautivó
por
la
seriedad
y
profundidad
de
su
enseñanza,
por
el
amor
que
trasuntaban
sus
pala-
bras
en
relación
con
la
materia
que
exponía,
por
el
dominio
del
tema.
Después,
con
el
correr
del
tiempo,
descubriríamos
que
no
era
un
profesor
adocenado,
satisfecho
con
lo
que
sabía
-como
tantos
otros
que
tuvimos-
sino
que
se
renovaba
constantemente,
que
era
un
lector
apasionado
y
ávido
de
novedades
científicas.
León
Barandiarán
nos
deslumbró
y
fue,
desde
entonces,
nuestro
insustituible
maestro.
Maes-
tro
de
toda
una
vida.
León
Barandiarán
fue
un
jurista
excepcional,
el
más
destacado
en
este
siglo,
el
que
más
y
mejor
obra
intelectual
nos
ha
legado.
Tenía
las
dotes
y
los
dones
para
ello.
Unía
a
su
penetrante
inteligencia,
una
fina
sensibilidad,
una
vocación
humanista,
una
inquietud
insaciable
por
sa-
ber.
No
sólo
fue
un
minucioso
y
lúcido
intérprete
de
textos
legales,
como
a
saciedad
lo
comprueba
su
producción
científica,
sino
que
calaba
en
los
supuestos
que
sustentaban
dichos
textos.
Comprendió
que
un
jurista
requiere,
necesaria
e
imperativamente,
hacer
filosofía,
reflexionar
a
ni-
vel
de
la
razón
de
ser
de
los
conocimientos
jurídicos,
inquirir
por
su
sentido
y
origen,
por
el
ambiente
social
en
el
que
se
forjan.
El
jurista
León
Barandiarán,
nuestra
máxima
y
reconocida
autori-
dad,
el
fundador
de
una
Escuela
de
Derecho
Civil
en
pleno
desarro-
llo,
fue
por
ello
filósofo
del
derecho.
Pero
esto
no
le
bastaba,
en
cuanto
tenía
conciencia
que
el
derecho
es
un
producto
cultural,
histórico
y
social.
No
nos
sorprende,
en
consecuencia,
que
penetrara
con
sol-
vencia
en
el
mundo
literario
y
fuese,
a
la
vez,
un
fino
y
discreto
observador
del
acontecer
social.
Su
aporte
crítico,
sus
agudos
co-
mentarios,
aparecen
en
una
multitud
de
artículos,
dispersos
en
revis-
tas
y
periódicos,
a
través
de
varias
décadas.
Su
inquietud
humanista
no
tenía
límite.
Su
cultura
fue
por
ello
universal.
Lo
denotan
sus
trabajos
precursores
sobre
Vallejo,
aun
no
debidamente
aquilatados.
Desde
un
lejano
1923,
en
un
diario
de
Chiclayo,
resuena
el
eco
de
la
encendida
admiración
de
León
Baran-
diarán
por
el
poeta.
Sólo
un
hombre
excepcionalmente
dotado,
con
exquisita
sensibilidad,
podía
defender
y
comprender
a
Vallejo
en
su
momento
auroral.
Esta
vallejiana
pasión
lo
acompañaría
toda
su
exis-
tencia.
Lo
verificamos
no
sólo
en
coloquios
sostenidos
por
décadas
en
su
casa
acogedora
y
familiar,
en
los
cafés,
en
los
patios
y
aulas
de
la
Nota
de
los
editores:
El
presente
texto
fue
publicado
en
Lima
en
octubre
de
1987,
por
Kurier.
Foro
Jurídico
HOMENAJE
JOSÉ
LEÓN
BARANDIARÁN*
CARLOS
FERNÁNDEZ
SESSAREGO
Profesor
de
Derecho
en
la
Pontificia
Universidad
Católica
del
Perú.
Profesor
Honorario
de
las
Universidades
Nacional
Mayor
de
San
Marcos,
San
Luis
Gonzaga
de
lea,
San
Agustín
de
Arequipa
y
Externado
de
Colombia.
Miembro
de
las
Academias
de
Derecho
de
Madrid,
Buenos
Aires,
Córdoba
y
Lima.
Universidad
que
nos
albergó
-y
a
la
que
amamos
y
dedicamos
nues-
tras
vidas-
sino
mediante
ensayos
recogidos
por
los
diarios
de
la
capital,
sucesivos,
espaciados,
en
1948,
en
1970
...
¡Hermosa
lec-
ción
de
un
hombre
universal!.
Su
inquietud
lo
lleva
a
gozar
estéticamente
con
la
lectura
de
los
clásicos,
pero
también
con
la
de
sus
contemporáneos.
Su
amistad
con
la
cultura
lo
lleva
a
expresar
sus
vivencias,
a
comunicarse
a
través
de
ensayos
y
artículos.
Temas
variados,
personajes
destacados,
intelec-
tuales
de
nombradía
despiertan
su
constante
interés.
Escribe
sobre
la
vinculación
entre
el
derecho
y
el
arte,
sobre
el
proceso
de
José
K.
en
la
obra
de
Kafka,
sobre
Alfonso
el
Sabio
y
las
siete
Partidas,
sobre
el
poeta
José
Eufemio
Lora.
Nos
sorprenden
las
páginas
que
dedica
a
efectuar
acotaciones
a
una
película
sobre
Jesús
de
Nazareth
o
aquellas
destina-
das
a
relievar
los
personajes
penalógicos
en
Shakespeare.
No
le
es
extraño
el
análisis
en
torno
al
proceso
de
Jesús
ni
elude
afrontar,
con
maestría
y
soltura,
temas
tan
disímiles
como
la
concepción
de
la
ley
en
Santo
Tomás
o
algunos
aspectos
de
la
poesía
de
Heine.
No
ofrece
dificultad
alguna
para
la
calidad
de
León
Barandiarán
escribir
ya
sea
sobre
Abraham
Lincoln
o
Dante
Alighieri,
sobre
el
trasplante
de
órganos
o
la
formación
del
abogado,
en
lo
que
concierne
al
bridge
o a
la
estruc-
tura
de
la
norma
jurídica.
Son
inolvidables
sus
ejemplares
consideracio-
nes
jurídicas
sobre
El
Quijote
o
aquellas
que
dedicó
al
Rey
Lear.
Hombre
generoso
y
bueno,
modesto
y
paciente,
León
Barandia-
rán
supo
admirar.
Su
espíritu
abierto
y
tolerante,
siempre
comprensivo
y
afectuoso,
sin
asomo
de
rencor
o
envidia,
nos
ha
legado
testimonio
abundante
del
aprecio
hacia
muchos
hombres
con
los
que
entretejió
su
humana
existencia.
Recordamos
los
homenajes
rendidos
a
José
A.
Encinas,
Manuel
Vicente
Villarán,
Ángel
Gustavo
Cornejo,
Fernando
Tola,
Manuel
Augusto
Olaechea,
José
Luis
Bustamante
y
Rivero,
Víctor
Andrés
Belaunde,
Raúl
Ferrero,
Osear
Miró
Quesada,
Germán
Aparicio
y
Gómez
Sánchez,
entre
tantos
otros.
Es
conveniente
anotar
la
decisiva
importancia
que
tuvo
en
la
vida
de
León
Barandiarán
y
la
repercusión
que
ejerció
en
su
dilatada
y
valiosa
obra
jurídica
el
viaje
que
hizo
a
Alemania
en
la
década
de
los
treinta.
Esta
visita
le
permitió,
gracias
a
su
facilidad
para
aprehender
cultura,
renovar
su
concepción
del
derecho,
actualizar
sus
conoci-
mientos
jurídicos,
pulir
y
afinar
su
innata
sensibilidad.
Ello
no
sólo
se
percibe
a
través
de
su
producción
jurídica,
literaria
y
filosófica,
sino
por
la
preferencia
que
denota
al
tratar
argumentos
y
personajes
de
la
cultura
alemana.
Bastaría
citar
sus
artículos
sobre
Heine,
la
Constitu-
ción
alemana
de
1919,
Heidegger
y
muchos
tratadistas
de
derecho
de
aquel
origen,
como
es
el
caso
de
Enneccerus
entre
tantos
otros.
León
Barandiarán,
como
pocos,
debido
a
su
traslúcida
personali-
dad
y a
su
manifiesto
talento,
mereció
el
reconocimiento
de
la
comuni-
~
15

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