Javier Neves: la lucha permanente

AutorElmer Guillermo Arce Ortiz
Páginas523-525
523
JAVIER NEVES: LA LUCHA PERMANENTE
THMIS-Revista de Derecho 78. julio-diciembre 2020. pp. 523-525. e-ISSN: 2410-9592
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JAVIER NEVES: LA LUCHA PERMANENTE*
JAVIER NEVES: THE PERMANENT FIGHT
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Alguna vez, impresa en una de las paredes de
en un local sindical, leí una frase que me llamó
la atención. Inmediatamente, le tomé una foto.
Y, días después, supe que era de Bertolt Brecht:
“Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay
quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los
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que la frase de Brecht no puede excluir a las muje-
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de su lucha. Esos hombres y mujeres, que, a pesar
de sus limitaciones, aspiran a realizar la belleza y
perfección en su vida, se vuelven imprescindibles.
1
Recuerdo el instante en que caminaba con Javier
por los pasillos de la Facultad de Derecho en di-
rección al salón de clases. Corría el año 1994 y era
mi primer día como su asistente de docencia. El
mismo profesor que 10 minutos antes estaba bro-
meando y sonriendo empezaba a ponerse serio y
tenso. Llegaba a su clase puntual como un reloj. Y
su manera de explicar el Derecho tenía una pre-
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clara, que era imposible no entender. Explicaba la
idea general, pero con la misma profundidad expli-
caba las excepciones. En esa hora y media, me dijo
alguna vez “vivo una tortura porque se me va el
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Quizá nunca se dieron cuenta del esfuerzo que ha-
cía por ser conciso. Quizá tampoco repararon en
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para dar lo mejor de sí a sus alumnos. El Maestro,
el profesor reconocido, se fue construyendo tras
vencer sus limitaciones cada vez que empezaba
una clase. Incluso, el 2020 durante las clases vir-
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su esfuerzo, todo lo vencía. ¿Y se han preguntado
por qué? Porque su amor por la docencia pesaba
más que cualquier limitación. Esa era su virtud
monumental. Siempre decía que Beethoven en
su carta-testamento mencionó que “cuando creía
desfallecer atormentado por su sordera, el amor a
la música lo sostuvo”. Luego de varios años, llego a
creer que sus limitaciones nunca lo abandonaron,
pero su amor por la docencia, traducido en esfuer-
zo en el aula, tampoco desapareció. Eso lo volvió
imprescindible.
Pero ¡cuidado!, no nos vayamos a equivocar. El
“amor por la docencia” puede ser entendido de
varias formas. Quizá puede haber un profesor
que ama la docencia porque acrecienta su ego o
su vanidad. Ese no era el caso de Javier. Él era el
profesor más esforzado y el más humilde porque
sabía que la docencia es una vocación de entrega,
solidaridad y de generosidad. Démonos cuenta
que la docencia era su pretexto para conocer jó-
venes idealistas, que al igual que él, luchaban por
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char opiniones sinceras de sus jóvenes alumnos,
hasta ese momento desprovistos de intereses en
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ro ni objetos brillantes, solo buscaba un abrazo,
una palabra, una sonrisa, el calor humano “para
vivir con un poco de ternura”. En otras palabras,
amaba la docencia porque le daba fuerzas para
vivir en medio de un mundo sombrío y corrupto.

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