Intelectuales y crítica: Apología de la crisis

AutorPablo Quintanilla Pérez-Wicht
Páginas247-250
Intelectuales y crítica:
Apología
de
la
crisis
Pablo
Ouintanil/a
Pérez-Wicht
Profesor del
Departamento
de
Humanidades
de
la
Pontifrcia Universidad Católica del Peni:
Ph.
D en Hlosofia. Universidad
de
Virginia. FEUU
..
V..
A en Filosofia. Universidad
de
Londres. Kings Co/lcge. l.icencrado
en
f ilosofia.
PUCP.
Bachrller en Humanrdades
con
menean
en
f-rlosofra.
PUCP
Sl:.MA!UQ; L
Críticas
y crisis.
IL
El
bisturí
de
Platón.!!!.
Crítica
del
buen
juicio. IV Cría
cuervos.
¿Hasta qué
punto
el debate intelectual
peruano
ha
sido
un
instrumento
de
crítica conceptual y
no
de
ideológica
justificación de situaciones indeseables? ¿De
qué
manera nuestro pensamiento académico y mediático
ha
ejercido
su
responsabilidad
de
crítica social o,
más
bien,
ha
rehuido
una
de
sus
auténticas obligaciones? ¿Es la
crítica intelectual
un
elemento
de
la crisis,
una
adecuada
terapia contra la crisis o
una
manifestación
más
de
la
crisis?
I. Crítica y crisis
Para
abordar
estas incómodas preguntas, será
quizá
necesario recordar que las
palabras
"crítica" y "crisis"
tienen
una
misma
etimología.
Ambos
vocablos
provienen del griego krinein,
que
significa separar,
distinguir, decidir o juzgar. De krinein
también
proceden
las expresiones discriminar, criba y criterio. La idea,
entonces, es que criticar es juzgar,
pero
en
el sentido
de
discernir y diferenciar, es decir, hacer las distinciones y
separacio~es
necesarias
para
esclarecer
un
problema.
Este es el sentido
en
que
Platón decía
que
la actividad
fundamental del filósofo es distinguir
cuando
es
necesario hacerlo y sintetizar
cuando
ello es requerido.
Con ello se refiere Platón a los
dos
momentos
de
la
dialéctica: la
diháiresis
y la
synagogé.
La
diháiresis
desconstruye y desensambla, la
synagogé
rearma
y
recompone. Así pues, la crítica, como la
diháiresis,
es
una
forma
de
análisis conceptual.
Analizar algo es descomponerlo con la finalidad
de
conocer sus elementos constituyentes. Esa
idea
se
encuentra en
el
análisis químico del cual
Freud
extrajo la
inspiración
para
fundar el psicoanálisis y
también
en
la
filosofía analítica,
que
se
propone
desensamblar
nuestros conceptos
más
generales con el fin
de
conocer
sus ocultos y subyacentes engranajes. La noción
de
desconstrucción se halla
en
la
propia
etimología
de
la
palabra análisis
que
viene de
analyo,
que
significa
desatar o desamarrar.
Se
desentrañan
y
desenlazan
las
marañas conceptuales en
que
inevitablemente vivimos,
para
tener cosmovisiones y vidas
más
esclarecidas. Pero
los
conceptos
que
analizamos
no
son
sólo
representaciones
del
mundo
sino, principalmente,
hábitos
de
comportamiento
y
formas
de
vida
compartidas que se
encuentran
encapsuladas
en
las
palabras.
El
lenguaje porta sobre sus espaldas,
en
unos
breves sonidos, esta larga tradición
de
comportamiento
social
acumulado
y altamente densificado. Por ello,
el
análisis conceptual
que
se ejerce
cuando
uno
examina
el
lenguaje es análisis
de
la
realidad
social misma.
Il.
El
bisturí
de
Platón
Platón, experto
en
sorprendentes
metáforas, dice
que
el
buen
dialéctico es como el
buen
carnicero. Así como este
último
corta la carne
por
sus
articulaciones naturales,
sin
forzarla o estropearla,
de
igual
manera
quien
tiene
destreza
dialéctica se
mueve
por
entre
los conceptos con
gracia
y
soltura,
distinguiendo
donde
hay
que
distinguir
y
uniendo
donde
hay
que
unir, sin la
pesadez
de
quien
hace violencia a los conceptos.
Así
como
analizar conceptos
requiere
usar
el escalpelo,
la crítica social también implica diferenciar y distinguir.
Pero, además, eso
mismo
es la crisis.
Una
sociedad o
una
época
de
crisis
es
aquella
que
se
encuentra
desarticulada.
Se
trata
de
tiempos
en
los
que
hay
tanto
cambio
y
heterogeneidad,
tanta
diversidad
e
inestabilidad,
que
no
se
encuentra
el
orden
necesario ni
la
armonía
y la
estructura
requeridas
para
el
funcionamiento social normal. Por ello
habrá
que
examinar
cuál es la relación
entre
crítica y crisis. Será
conveniente
interrogar
si la crisis es efecto del exceso
de
crítica
o,
por
el contrario,
de
la ausencia
de
ella
o,
en
todo
caso,
de
la crítica mal aplicada,
torpe
o errática; aquella
que
destroza
Jos
conceptos, como hace el mal carnicero
con la carne.
Pero
uno
tendría
que
preguntarse,
en
primer
lugar, si
esta
heterogeneidad
y ausencia
de
permanencia
es
siempre
mala. Mi sospecha es que
no
sólo es inevitable
sino
además
necesario e incluso benéfico
que
una
sociedad esté
en
crisis
permanente,
así como
en
una
crónica situación
de
diversificación. Siempre y
cuando
la
sociedad
tenga
la
capacidad
de
renovarse
pacíficamente,
cambiando
y
adaptándose
a las
nuevas
circunstancias con ingenio, delicadeza y elegancia. Esa
es
la
diferencia
entre
una
sociedad abierta y
una
cerrada.
La
primera
está
en
una
crisis
permanente,
pero
una
que
es productiva, creativa y amable.
La
segunda
no
está
en
crisis
pues
está sellada
en
misma,
no
puede
cambiar
porque
el
cambio significa su muerte. Las
primeras
suelen ser las sociedades democráticas, las
segundas
son
las sociedades totalitarias y fundamentalistas. En
efecto, la estabilidad
no
siempre
es
una
virtud
y la
unidad
monolítica tampoco;
en
ocasiones la estabilidad
puede
ser
una
forma
de
conservadurismo
estrecho
que

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