Hagamos de la competitividad una oportunidad para todos.

AutorBernedo Alvaudo, Jorge
Cargo1 - MUNDO

El desafío consiste en imaginar un modelo de desarrollo que no implique la postergación del campo y la ruina de los campesinos y que, por el contrario, permita conservar la pluralidad cultural del país. Recoger las técnicas tradicionales, los conocimientos astronómicos, el uso del agua ... ¿Populismo? ¿Romanticismo? No se trata de transponer las organizaciones del pasado al presente. Sin negar las carreteras, los antibióticos y los tractores, se trata de pensar un modelo de desarrollo diseñado desde nuestros requerimientos y en el que no se sacrifique inútilmente a las generaciones.

ALBERTO FLORES GALINDO

Buscando un Inca. En Obras completas. Lima: SUR, 2005.

MOTIVACIONES

Es paradójico. La competitividad es reconocida como la noción esencial del mundo global y de la modernidad. Sin embargo, los peruanos de a pie, los hombres y mujeres de los barrios marginales y de los pueblos alejados de la sierra y de la selva, desconocen tal propuesta, preocupados mucho más por la sobrevivencia propia que por el futuro internacional.

Aún más --y esto es lo que más contrasta--, es en vano que ignoren el debate global. Tienen el destino signado por el curso ineludible de la integración comercial mundial. Los términos en los que compran y venden, la forma en que producen sus bienes y brindan sus servicios, la estabilidad de sus precios y la infraestructura de la que dispondrán, dependen del éxito o el fracaso de sus propias productividades, y son estas las que sustentan la competitividad nacional.

La generación de nuevos mercados y de bienestar aparenta ser asunto de pocas empresas exportadoras --veinte de ellas son responsables de la mitad de ventas al exterior--, consideradas a su vez nuestra avanzada de la modernidad. Si así fuera, la dirección de nuestro esfuerzo en la competencia global estaría actuando en el mismo sentido excluyente y concentrador que ha determinado el fracaso histórico de la economía peruana.

En este ambiente, las energías de los marginados se conjuran para reclamar al Estado, abandonando la visión de productores, el aprovechamiento de las potencialidades. (3)

Es lógico que así sea: para la masiva población en situación de pobreza la producción ha dejado de ser su tema por la baja accesibilidad que tienen a la tierra o al capital financiero.

ESCENA DE FONDO

La inequidad y la dinámica de la desigualdad son, en el Perú, más intensas que en la mayor parte de sociedades del Tercer Mundo. Sus raíces se encuentran en la geografía y en la historia, y sus mecanismos en los diferentes intentos de formulación de políticas económicas explícitas. Ni los periodos de auge primario exportador, ni los intentos proteccionistas industriales han integrado al país, ni menos activado el despegue del sector rural tradicional, secularmente abandonado a pesar de haber sido el motor de nuestra economía original. Por el contrario, la concentración económica en Lima ha ido destruyendo la posibilidad de las economías regionales. No hay polos productivos en el interior del país que puedan considerarse la base de economías regionales en competencia con la capital, así solamente fuera una competencia parcial. Si se descuenta la economía minera, Lima compra y vende hacia al interior y el exterior, mientras el trabajo y capital de las regiones se resuelven internamente en el autoconsumo, la artesanía, los servicios personales y el comercio en pequeña escala.

Pero Lima, como las principales ciudades, es también una víctima. Su mayor vinculación con la economía internacional, tanto para producir como para el consumo, la hace víctima mayor del ajuste externo y de las restricciones a la demanda de las últimas décadas. El ajuste salarial --la caída de las remuneraciones a un tercio de su valor inicial entre 1975 y 1990--, por ejemplo, ha sido intensamente sufrido por la capital, con mayores efectos que en el interior del país, y ha acelerado el círculo de generación de la pobreza.

Veamos el proceso. La Lima afectada en el consumo exacerba el subsidio de lo rural a lo urbano afirmando su dominio comercial en el sistema de precios. La caída de recursos se traslada al empobrecimiento del campo --la papa de diez céntimos el kilo-- y, con ello, se ahondan las limitaciones para el desarrollo desde el interior y desde abajo. Del ámbito rural, la población excedente --la población rural aumenta más que la productividad de la tierra-- marcha hacia las ciudades, y agolpada allí, abarata la mano de obra, con mayor razón si la disponibilidad de capitales es baja...

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