Grupo Generación de Diálogo Perú-Chile / Chile-Perú: tres años de construcción de confianza
Autor | Hugo Guerra |
Cargo | Abogado y periodista |
Páginas | 127-149 |
Grupo Generación de Diálogo Perú–Chile / Chile–Perú:
tres años de construcción de confianza
Hugo Guerra
«Los hombres construimos demasiados muros y no sucientes puentes».
Isaac Newton
Introducción
En estos tiempos de posmodernidad y globalización resulta especialmente intere-
sante advertir cómo cada vez surgen nuevas y muy ecientes posibilidades de desple-
gar mecanismos de diplomacia alternativa, no convencional y no ocial.
No me reero con esto de manera exclusiva a la diplomacia pública1, que se entiende
como el establecimiento del diálogo con el público extranjero para lograr la presen-
tación e inuencia de los objetivos nacionales de un Estado. Subrayo, más bien, la
contribución que puede hacer en general la sociedad civil y especícamente la comu-
nidad académica, al mejor entendimiento de la posición de las partes en situaciones
de controversia internacional. Veamos cómo ha sido esto posible en el caso del Grupo
Generación de Diálogo Perú-Chile.
Desde el período colonial entre Chile y el Perú, se multiplicaron los desencuentros
sociales, económicos y geopolíticos y, salvo el breve paréntesis a principios del siglo
XIX de la gesta independentista —durante la cual ambas naciones hicieron sinergia
de fuerza e ideales en la lucha contra la metrópolis hispana— el conicto resultó
inevitable. Así, la infausta guerra del Pacíco (1879-1883) se planteó como el deso-
lador hito que interrumpió denitivamente cualquier posibilidad de convergencia
mayor entre dos repúblicas bisoñas que siempre debieron tener un derrotero común.
1 Término acuñado en 1965 por el profesor Edmund A. Gullion de la Escuela Fletcher de Derecho y
Diplomacia de la Universidad de Tufts.
Agenda Internacional
Año XXI N° 32, 2014, pp. 127-149
ISSN 1027-6750
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La paz nal, consignada en el Tratado de 1929, fue sobre todo una paz formal y legal,
pero en términos sociales fue una paz paradójicamente traumática porque se esta-
bleció sobre tres bases singularmente dramáticas: el traumático desmembramiento
territorial peruano; la confrontación del dolor peruano propio de un irredentismo
acentuado por la barbarie de la ocupación de Lima, con la actitud soberbia de los
chilenos, quienes por haber impuesto sus armas desplegaron aires de una vana supe-
rioridad; y, el acendramiento de los respectivos nacionalismos y múltiples episodios
de roces, recelos y hasta temores de agresión (como el sentido por Chile a mediados
de la década de 1970), que impidieron el establecimiento de un diálogo binacional
sosegado a partir del cual se enraizara la conanza mutua.
Vistas las cosas con mediana perspectiva, la única solución de continuidad que se
mantuvo entre los dos Estados fue la relación nanciera y comercial desde princi-
pios de la década de 1990. Sin embargo, y sin desconocer el valor intrínseco pero
transitorio de la política de «cuerdas separadas» alentada por los presidentes Alan
García y Michelle Bachelet desde mediados de la década precedente, podía advertirse
que separar la economía de los correspondientes intereses territoriales era un recurso
insostenible en el tiempo.
Es por eso que la cuestión clave del diferendo marítimo, abordada con renovado
énfasis por el Perú, desde el año 2004, estuvo siempre rodeada de una tensión que,
al no contenerse en las Cancillerías y altos mandos militares, tanto de Lima cuanto
de Santiago, periódicamente llegó a los medios de comunicación social. En enero de
2008, cuando el Perú nalmente presentó su demanda ante la Corte Internacional
de Justicia de La Haya, el debate público reavivó los sentimientos del pasado signado
por el desencuentro entre los dos pueblos y se centró en la dirimencia del derecho
internacional. Se registraron, asimismo, sucesivas oleadas de temor por el contexto
armamentista del país del sur.
En este contexto era lógico que, en el plano ocial y en cumplimiento de su rol
natural, la diplomacia bilateral se abocara a los planteamientos legales y a la admi-
nistración de la controversia política inherente a un proceso judicial prolongado, a
más de complejo. Las organizaciones partidarias, algunas personalidades y líderes
de opinión, así como las iniciativas del sector privado, a través de gremios como
el empresarial y el de prensa, empezaron pronto a lanzar iniciativas interesantes,
aunque no siempre bien estructuradas2. En cuanto a la comunidad académica, más
2 Por ejemplo, el escritor peruano y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y su colega chileno
Jorge Edwards, presentaron en julio de 2012 el «Llamado a la Concordia». Asimismo, y entre otros, los prin-
cipales medios de comunicación del Perú–Chile, con el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo – PNUD, la Asociación Nacional de la Prensa de Chile y el Consejo de la Prensa Peruana se reu-
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