?Los más grandes representantes de la Colonia son mujeres: Santa Rosa y la Perricholi?

Por Alonso Cueto

Solemos creer que la construyó para ella. Sin embargo, la Alameda de los Descalzos ya estaba allí 150 años antes de que el virrey y la estrella del corral de comedias se conocieran: don Manuel de Amat y Junyent Planella Aymerich y Santa Pau y doña María Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza. Pero fue el representante de la corona quien remodeló todo el paseo, deteriorado por el terremoto de 1746, tras prometer poner la luna a los pies de su amada. Las esculturas que lo flanquean no son religiosas sino paganas, dedicadas a los signos del zodiaco, un signo de la ilustración que iluminaba esos tiempos. Lo que sí erigió para la actriz fue el Paseo de Aguas, muy cerca de allí.El escritor Alonso Cueto camina a sus anchas por la alameda. Imagina cómo fueron los jardines, los surtidores, los juegos y las caídas de agua cuando la pareja desataba los rumores entre los limeños. Nos dice que desde niño, la inasible imagen de la actriz lo seduce. ?Ella vivía allí?, dice señalando la tradicional fábrica de cerveza del Rímac. Cueto ha pasado los últimos ocho años leyendo tratados de historia colonial, y con la actitud del fisgón, ha recorrido los lugares donde los amantes encontraban refugio. La Quinta del Prado, en Barrios Altos, es uno de ellos: aunque destrozada, la casa aún existe y le permitió imaginar en sus ruinas las salas maravillosas y el teatrín donde Micaela Villegas ofrecía íntimos espectáculos reservados a los amigos del virrey Amat.?La Perricholi?, su más reciente novela, aparece a pocos días de conmemorarse los 200 años de su muerte (16 de mayo) y un siglo sin el tradicionalista Ricardo Palma, quien tanto escribió sobre ella. Pero Cueto no pensaba en efemérides. Comenzó a escribirla el año 2011, y solo en diciembre pasado, ya con el manuscrito terminado, se dio cuenta de aquellas coincidencias. Por cierto, su gran esfuerzo por recuperar la historia de una mujer extraordinaria es también la voluntad de recuperar la de una ciudad increíble. Una Ciudad de los Reyes con espacios públicos tan encantadores como la pampa de Amancaes, desde donde podían advertirse los picos nevados que proveían de hielo a la urbe. Y un río Rímac bordeado de verde, ideal para pescar camarones. El escritor confiesa que, mientras escribía su libro, las paredes de su oficina de la Universidad Católica estaban llenas de mapas franceses de la época y retratos de nobles de mediados del siglo XVIII, incluyendo al cariñoso y a la vez sanguinario virrey...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR