La coyuntura de Quehacer.

CargoEditorial

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

A Quehacer siempre le resultó difícil atrapar el momento en instantánea, vivir la coyuntura a fondo, hacer el seguimiento de la noticia. Su formato y su periodicidad la conducían, más bien, hacia la reflexión y el análisis. Iba con su personalidad de grupo más interesado en la política que en el periodismo. Lo sensacional no era lo nuestro. O el escándalo. O lo llamativo. Vivíamos en el curso del proceso, pero intentando colocar rostros: cómo así, por ejemplo, fue que Luis Castañeda Lossio ganó las elecciones municipales del 2014 sin decir absolutamente nada, porque justamente su estrategia era la de no hablar. En medio de una sociedad que no escapa a la abundancia de la información, su táctica fue la del silencio, convertirse en mudo. Quizá por eso hay en la reciente literatura peruana novelas que aluden a la comunicación: El hablador, La palabra del mudo y El Tartamudo.

¿Cómo retratar, retener, capturar el mundo de la violencia dejando de lado el hecho de que Alan García libertara a numerosos narcotraficantes importantes? Los sicarios existen porque la violencia del narco se ha trasladado de México al Perú, y en ese punto hay responsabilidad política de García por haber soltado a los cabecillas de poderosas bandas internacionales.

El silencio, en ambos casos, es el denominador común. No hay que declarar, hablar, explicar.

La informalidad...

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