La conducta desviada y su punición

AutorGino Ríos Patio
Cargo del AutorAbogado. Doctor en Derecho
Páginas14-41
CAPÍTULO I
LA CONDUCTA DESVIADA Y SU PUNICIÓN
La maldad del mundo se hace posible
sólo por la sanción que tú le das.
Any Rand
Introducción
Hoy en día la criminalidad envuelve nuestras vidas. Los medios de comunicación informan
de los delitos cometidos con suma e innecesaria prolijidad; las estadísticas oficiales
muestran los altos índices de criminalidad en distintas categorías; las películas de cine y
televisión con mayor rating son aquellas que versan sobre temas verídicos o ficticios
relacionados con violencia, crímenes, juicios y castigos a los delincuentes; la realidad nos
expone a ser víctimas o testigos de crímenes con más frecuencia que antes y, en general, la
criminalidad está en boca de todos, de una u otra manera, desde el ciudadano común y
corriente hasta el político, lamentablemente sin que exista una política criminológica eficaz
de prevención de la criminalidad. La criminalidad se ha extendido y la violencia que implica
se ha naturalizado. Hay una especie de manía del crimen en la sociedad, ¿ya no podemos
vivir sin crímenes?
¿Qué significa todo ello? Que el crimen, en cualquiera de sus modalidades, sea conducta
desviada, infracción, delito, disturbio, situación problemática, conflicto; y el castigo, sea
pena, sanción o como quiera llamárseles, son huéspedes infaltables en nuestra vida diaria,
privada y pública, no son fenómenos aislados o periféricos. Excitan nuestro morbo y
movilizan nuestro repudio o compasión, según se trate de la infracción, el infractor o la
víctima, respectivamente. Ojalá motivaran nuestra solidaridad y determinaran nuestra acción
como estado, sociedad y persona individual. Tendría sentido castigar desde el estado
interviniendo positivamente en el infractor y hacerle sentir el reproche social, así como
tendría objeto el amparo y la reivindicación debidos a la víctima.
Lastimosamente no ocurre así, pese a la omnipresencia y ubicuidad del crimen. Mayormente
los ciudadanos adoptan medidas particulares, ya sean individuales o grupales, de carácter
logístico en materia de seguridad; y los gobiernos creen que haciendo reformas en la
legislación penal de incremento de penas, reducción de beneficios procesales y
penitenciarios, construcción de cárceles y nombramientos de más policías, fiscales, jueces y
agentes penitenciarios, cumplen con elaborar una buena política criminológica,
fundamentándolo todo ello en conocimientos aparentemente especializados y discursos
pseudo técnicos.
El origen de una actitud como la descrita anteriormente es el haber asumido que la presencia
y permanencia del crimen y el castigo solo merece una explicación uni causal; y que la

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