Campos de discusión

AutorStephen Toulmin - Richard Rieke - Allan Janik
Páginas341-370
Capítulo 23
Campos de discusión
En la Parte V dirigimos nuestra atención hacia prácticas espe-
cíficas de razonamiento tal como ocurren en el día a día. Nuestro
objetivo era hacer que nuestros comentarios tuvieran un mayor
sentido práctico. En el Capítulo 21, mostramos el hecho de que el
razonamiento típicamente no se da en la forma de los ejemplos simples
que tienen que usarse en un libro de texto. Aparece en el discurso
de la comunicación ordinaria. En el Capítulo 22, examinamos más de
cerca los tipos específicos de argumentos que la gente suele usar en
sus comunicaciones razonadas. Ahí exploramos la relación entre el
patrón analítico de análisis expuesto en las Partes II y III y el proceso
de razonamiento práctico.
En el Capítulo 23, daremos un paso más hacia la comprensión y
la evaluación del razonamiento en sus contextos naturales, tales como
el derecho, los negocios, la ciencia, el arte y la política. Al mirar los
argumentos reales que las personas han presentado, nos daremos
cuenta de que rara vez ocurre que algunos sean completamente sólidos
y otros totalmente incorrectos. En cualquier materia sobre la que las
personas razonen, habrá una variedad de argumentos de carácter y
solidez variables, y nos corresponderá a nosotros evaluarlos y hacer
elecciones razonables entre ellos. En este capítulo nos centraremos
en el proceso de evaluación razonada de argumentos opuestos.
STEPHEN TOULMIN | RICHARD RIEKE | ALLAN JANIK
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LOS MÉRITOS RACIONALES DE LOS ARGUMENTOS
En primer lugar debemos preguntarnos:
¿Qué hace que un argumento práctico sea mejor que otro?
¿Qué rasgos de un argumento tenemos que investigar para llegar a
una opinión clara de sus méritos o sus defectos como argumento?
En concreto, ¿cómo podemos saber cuándo un argumento es
verdaderamente convincente (i.e., cuándo merece tener poder
de convicción) a diferencia de simplemente atractivo (i.e., capaz
de lograr el aplauso independientemente de sus méritos)?
Evidentemente, un hablante o un escritor elocuente puede disfra-
zar sus argumentos de todo tipo de formas para ocultar sus defectos
y hacer que sean más atractivos para el auditorio. En la medida en
que comprenda los gustos y los prejuicios del auditorio, será capaz de
sesgar sus argumentos para aprovecharse de esas inclinaciones. Pero,
en la mayoría de los casos, es posible separar las características que
proporcionan “méritos racionales” a nuestros argumentos de otros
mecanismos retóricos que tengan el efecto de hacerlos más atractivos
y más persuasivos de lo que merecen. Comencemos, pues, por dejar
a un lado todas las consideraciones de encanto y de elocuencia y
concentrarnos solo en esos méritos racionales.
Algunos de los méritos esenciales de nuestros argumentos ya
están claros a partir de lo que se ha dicho anteriormente. Por ejemplo:
Debe estar claro cuál es el tipo de cuestiones que se pretenden
plantear en el argumento (estéticas en lugar de científicas, por
ejemplo, o jurídicas en lugar de psiquiátricas) y cuál es su pro-
pósito fundamental.
– Las bases en las que se apoya deben ser pertinentes para la tesis
que se hace en el argumento y deben ser suficientes para susten-
tarla.
– La garantía en la que se confía para garantizar este apoyo debe ser
aplicable al caso en cuestión y debe estar basada en un respaldo
sólido.
– La modalidad o fuerza de la tesis resultante debe hacerse explícita,
y deben comprenderse bien las posibles salvedades o excepciones.

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