La batalla que todos perdimos

Por Presidente de Arellano Consultores y profesor de Centrum Católica *Uno de los conflictos empresariales más sonados del 2017 fue el de la denominación de las leches. Creyendo que lo mejor para la sociedad es la colaboración entre empresas, medios, defensores de consumidores y autoridades, sentimos que en este caso ocurrió lo contrario. Veamos.Por un lado, se vio que las empresas concernidas, Gloria, Laive y Nestlé, quizá pensando que no infringían reglas, no tomaron en cuenta que, más que la ley, los consumidores solo deciden en función de lo que perciben. Poner una vaquita o no decir claramente que se trata de leche con aditivos, esté o no prohibido de manera explícita, puede generar decepción en su público. Olvidaron que la opinión de los consumidores está por encima de leyes y reglamentos. Por otro lado, los defensores del público, y los políticos que se les sumaron, omitieron un tema elemental en cualquier juicio, que es el nivel de perjuicio causado a la población. Así, hubiera sido correcto señalar que, más allá de la denominación, eran productos saludables (por eso siguen en el mercado) y que sus componentes adicionales, como hierro y vitaminas, incluso traen beneficios que no da la leche pura. Al criticar sin ese detalle a productos que las madres daban a sus hijos por su precio accesible, las preocuparon indebidamente.Y las autoridades, ante la presión pública magnificada por ciertos medios, no consideraron la confusión que sus decisiones técnicas causaban. ¿Por qué puede llamarse chocolate algo con 35% de esencia, y...

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