Alonso Cueto: explorador del silencio.

AutorHern
CargoCULTURA

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

En la obra de Alonso Cueto se combinan, sabiamente, la preocupación por el Perú y la exploración sutil, microscópica, del territorio de la intimidad, exploración que se inició en 1983 con ese maravilloso libro de cuentos que se titula La batalla del pasado. Lo íntimo y lo psicológico, lo hogareño y lo doméstico, universalizados por un especial temple lírico, determinan esta obra, pero no la agotan: considero justo afirmar que la imaginación de Cueto alcanza, como la de pocos narradores peruanos en este momento, una auténtica proyección nacional. Su literatura representa una fuerza benéfica para el conjunto de la sociedad peruana actual porque afronta y ofrece caminos de solución para dolores colectivos que, pese a que van ya cediendo, todavía nos interpelan, como la exclusión, el autoritarismo, la corrupción política, los fantasmas de la violencia, la violencia del racismo, la incomunicación entre distintos grupos sociales, la fragmentación cultural; frente a todo ello, esta literatura no se contenta con diagnosticar la enfermedad, sino que postula una vía simbólica, un modelo a escala, de reunión y de armonía.

Me parece que la primera palabra clave es "armonía". En términos literarios, Cueto ha transitado con gracia entre el cuento más breve y la novela más caudalosa y dialógica, siempre con la misma brillantez, quizá porque el talento del autor para el matiz psicológico, el detalle expresivo, desarrolla una alianza solidaria con su capacidad arquitectónica para el diseño de realidades complejas, que articulan a sujetos provenientes de múltiples espacios sociales, pero sin renunciar a la voz particular de cada quien. A su vez, el deseo que fomenta la interacción entre estos personajes, con frecuencia seres solitarios y desgarrados por pasiones secretas, es lograr su convivencia armónica, figurada de modo recurrente como una reunión familiar, pero exenta de paternalismo y de sumisión.

Tradicionalmente, la literatura peruana nos ofrece interminables ejemplos de familias perversas, malignas y autodestructivas; yo diría que la gran familia simbólica que la literatura de Alonso Cueto ha venido congregando a lo largo de los años es una familia en la que ser padre, ser madre y ser hijo son modos de practicar la elegancia del afecto inteligente, la comprensión generosa y el respeto por la libertad del otro. No me refiero, sin embargo, de una familia ideal, de una utopía casi pastoril, sino de una familia sometida a la miseria...

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