Con alma de niños: desde la ostensión y las falsas creencias a la protoargumentación en infantes

AutorCristián Santibáñez
Páginas149-185
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Con alma de niños: desde la ostensión y las falsas
creencias a la protoargumentación en infantes
5.1. INTRODUCCIÓN
Una nota de cautela vale introducir aquí desde el comienzo, en relación
con el título de este capítulo. La noción proto, que a veces se convierte en
una fácil moneda de cambio terminológica, viene bien en muchos contextos
porque tiene una inusual fuerza en virtud de su aplicabalidad allí donde hay
que explicar el desarrollo de competencias, ya que siempre se puede ocupar
para nombrar etapas previas al alcance de las fases maduras o robustas de
una facultad. Pero aquí sí se puede hablar con propiedad de la existencia
de una fase protoargumentativa en el desarrollo logenético humano, y
que tiene cierta manifestación ontogenética individual, como trataré de
explicar en este capítulo.
Así como Bickerton (1990) utiliza la noción, en su generalidad, parece
correcto seguirlo: es una competencia en la que estructuras formales tienden
a estar ausentes, pero consideraciones funcionales aplican sin problema.
Bickerton (1990: 122-126), como se sabe, está utilizando la noción para di-
ferenciar el lenguaje del protolenguaje. Desde su perspectiva, el protolenguaje
ocupa símbolos para enviar singnicados atómicos, y aquellas protopalabras
se disponen juntas en secuencias ad hoc. El lenguaje se dearrolló desde
ese protolenguaje a través de la síntesis de aquellas palabras en secuencias
cada vez más complejas. Desde el punto de vista holístico (Wray, 1998), el
protolenguaje fue un sistema en el que señales individuales, sin estructura
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morfológica interna, contenían proposiciones complejas enteras, en vez de
átomos semánticos. La transición de un protolenguaje holístico al lenguaje
aconteció a partir de un proceso de análisis en el que oraciones holísticas
fueron divididas en palabras y estructuras complejas (Wray, 1998; Hurford,
2012). Del mismo, y como será luego discutido, la protoargumentación es
un fase del desarrollo cognitivo del niño en que puntos de vista son expre-
sados sin ser apoyados por razones, esto es, donde actos de habla asertivos
utilizados en contextos de disputa o controversia no son parte de una sintaxis
o estructura inferencial maniesta.
5.2. RAZONAMIENTO Y OSTENSIÓN EN INFANTES
Una forma de acercarse al desarrollo paulatino de la capacidad de
formar razonamiento robusto que luego se manifestará en argumentación
propiamente dicha, es discutir, como lo han hecho muchos psicólogos del
razonamiento, lósofos y cognitivistas, la capacidad de reconocer intenciones
comunicativas en niños y niñas pequeñas. Esta información tiene al menos
dos repercusiones directas en la explicación de la facultad de argumentar que
aquí se propone: primero, la forma analítica de apreciar cómo los infantes
reconocen intenciones comunicativas procede de la misma forma en que
se explican comportamientos comunicativos de adultos, lo que viene a de-
mostrar la continuidad de una habilidad que se va renando; y en segundo
lugar, y más importante, porque la capacidad cognitiva contenida en los
infantes en el reconocimiento de intenciones comunicativas posee varios
de los mecanismos operativos de la producción madura de argumentos:
decodicación, uso de ostensión, extensionalidad e intencionalidad.
Como bien lo aborda y discute Csibra (2010), la presencia de las
intenciones comunicativas puede ser reconocida en el comportamiento
de los otros antes de que el contenido de estas intenciones sea inferido;
ese reconocimiento puede ser alcanzado mediante la decodicación de
señales ostensivas especializadas, y mediante la decodicación de las señales
ostensivas los niños son capaces de reconocer intenciones comunicativas
dirigidas a ellos.
Recuérdese que, según Grice (1989; Santibáñez, 2012a), un acto co-
municativo intenta cumplir con al menos tres intenciones simultáneamente:
primero, generar cierta respuesta en la audiencia; segundo, dejar que la au-
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diencia reconozca la intención especicada en el acto comunicativo emitido;
y tercero, hacer que la audiencia cumpla la primera intención sobre la base
de cumplir la segunda. En otras palabras, todo comunicador no solo quiere
transmitir un mensaje, sino que también quiere que el oyente reconozca
la intención de haberlo hecho. Sperber y Wilson (1995), posteriormente,
reformularon lo anterior planteando que la intención informativa del co-
municador es alcanzar un cierto efecto en el oyente al modicar su ambiente
cognitivo, mientras que su intención comunicativa es hacer su intención
informativa explícita para el oyente. Más especícamente, por intención
informativa Sperber y Wilson (1995: 54-59) entienden aquella intención
de modicar directamente ya no los pensamientos del oyente, sino su en-
torno cognitivo, y por entorno cognitivo (1995: 35) entienden el conjunto
de supuestos o hechos disponibles que, en tanto representaciones que un
agente acepta o podría aceptar como verdaderos, se activan según contextos y
actividades. Así, la intención para Sperber y Wilson es un estado psicológico
cuyo contenido está mentalmente representado. La intención informativa
del emisor, en un contexto especíco, es hacer maniestos algunos supuestos
particulares, que se pueden transmitir incluso por evocación o impresión.
Por su parte, la intención comunicativa (Sperber & Wilson, 1995: 60-4)
es el comportamiento del emisor que hace mutuamente maniesto para él
y para el oyente que el emisor tiene una intención comunicativa particular.
El oyente, como se observa, procesa una doble intención detrás del acto
comunicativo, ya que atribuye tanto una intención informativa de primer
orden como una intención comunicativa de segundo orden.
Para Csibra (2010), desde la perspectiva de los mecanismos cognitivos,
la atribución de intenciones comunicativas e informativas puede ser separada
temporal y procedimentalmente. Esta forma de ver las cosas tiene algunas
implicancias importantes. En primer lugar, con esta separación, atribuir
un intención comunicativa de segundo orden no conlleva necesariamente
albergar el contenido de las dos intenciones comunicativas al mismo tiempo.
En segundo lugar, la separación temporal y procesal entre el reconocimiento
de las dos intenciones puede potencialmente crear un problema de atadura
(debe haber algo que ligue los dos procesos). En tercer lugar, la separación
de los procesos de atribución que identican intenciones comunicativas e
informativas da a lugar a la posibilidad de que emerjan señales especializadas
que generen la interpretación de que el comunicador tiene una intención

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