Gustavo Gutiérrez y su opción por los pobres
y el Dios de la vida
Presentación de la Lección Inaugural del Año
Académico 2016
ALFREDO VILLAVICENCIO RÍOS*
Distinguidos miembros de la Mesa, apreciados y apreciadas integrantes
de nuestra Comunidad Universitaria, señoras y señores:
Para la Facultad de Derecho es un inmenso honor que el padre Gustavo
Gutiérrez imparta la lección inaugural de este año académico y que lo haga
sobre democracia y justicia, temas de gran trascendencia e importancia
siempre, pero especialmente en el contexto electoral en el que nos
encontramos como país. Y es un inmenso honor tenerlo en nuestro
claustro porque, como el propio padre Gutiérrez escribiera en su hermoso
libro Entre las calandrias —dedicado al pensamiento de José María
Arguedas—, su obra, la de Gustavo Gutiérrez, nos sigue interpelando.
Nos confronta con una realidad no solo injusta y desigual, sino poblada
de injusticias y desigualdades manifiestas y claramente remediables en
nuestro entorno, las cuales quisiéramos y debiéramos superar, siguiendo la
línea de pensamiento de Amartya Sen y del propio padre Gutiérrez.
Por ello, su vasta y fecunda obra no se limita a referirnos un estado de
cosas, una situación existente, ni se reduce a una simple reflexión teórica.
Su obra, toma como punto de partida la realidad, la analiza desde las
ciencias sociales, la filosofía, la psicología y, por supuesto, la teología,
para entender el mundo en su máxima complejidad, y para denunciar
las iniquidades e inequidades, rompiendo con posturas conformistas,
para asumir un compromiso vital con la vida de los últimos, aquellos que
para los evangelios serían los primeros. Por ello, su pensamiento y obra
—esta perfecta coherencia, para robarle una bella expresión al poeta
Luis Hernández— son los de un hombre comprometido que entiende,
con meridiana lucidez, que no es posible separar la vida de la fe, y opta de
manera clara y sin ambages por el Dios liberador del que habla Arguedas
en su texto ¿Último diario? Qué lejos está del hombre sin vínculos del
que nos habla Zygmunt Bauman en esta sociedad líquida, qué lejos
está quien propugna, en una hermosa expresión, «no el consuelo que
adormece, sino el que libera y todo lo ilumina y enciende».
Desde este compromiso, que se expresa mucho en una opción
preferencial por los pobres, con sus carencias y dolores, pero también
* Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú y doctor en Derecho
por la Universidad de Sevilla. Correo electrónico: alfredo.villavicencio@pucp.pe
N° 76, 2016
pp. 9-10
ALFREDO VILLAVICENCIO RÍOS
10
Derecho PUCP, N° 76, 2016 / ISSN 0251-3420
con su cultura y sus propios valores: sus maneras de pensar, creer, luchar
por la vida, el padre Gutiérrez irrumpe como una voz fresca, nueva,
poderosa, vital, profundamente arraigada en el pueblo latinoamericano.
Su voz rompe radicalmente con el colonialismo teológico de América
Latina, que acogía acríticamente la reflexión teológica principalmente
europea, creando, construyendo una teología de hondo arraigo bíblico
que se irradia a todo el mundo no solo geográficamente, sino también
teológicamente. Una teología que trasciende el campo de la religión
católica para ingresar al de otras religiones, particularmente la judía y
la musulmana.
Parafraseando a Julio Ramón Ribeyro, cuando diferencia la sabiduría de
la erudición, en el caso del padre Gutiérrez, sus lecturas, sus experiencias
se encuentran en fermentación y engendran continuamente nueva
riqueza. Es un conocimiento que crea conocimiento y no uno que
simplemente agrega o superpone conocimiento. Así, coloca al Perú,
primero en América Latina y luego en el mundo entero, alrededor
de una Iglesia (para decirlo en sus propios términos) consciente de la
necesidad de construir una paz basada en la justicia para todos y, en
especial, para quienes hoy sufren más el despojo y el maltrato. A esta
teología no le es ajena ninguna dimensión humana, pero, sobre todo,
sabe que la vida, y no la muerte, es la última palabra de la historia.
Es, qué duda cabe, uno de nuestros escasos pensadores universales y,
para mayor orgullo, es el más dilecto hijo de nuestra universidad, de la
que ha sido alumno, profesor y es actualmente doctor honoris causa.
No me voy a detener en sus numerosos estudios en San Marcos, en la
Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lovaina, en Lyon, ni en
su obra amplia, profunda y viva, que todos debemos conocer, ni en los
múltiples reconocimientos que ha recibido en todos los confines del
mundo. Permítanme solo culminar esta breve presentación refiriendo
una breve leyenda africana relatada por Eduardo Galeano, que refiere
que un rey convoca a sus tres hijos a la sala de la casa y les anuncia que
ha decidido que quien llene esa habitación será su sucesor. El hijo mayor
lo intenta toda la mañana recogiendo toda la maleza que encuentra,
pero solo consigue llenar la mitad de la sala. Lo mismo le sucede por
la tarde al segundo hijo que trata de hacerlo con arena. Finalmente,
cuando el día concluía, le toca hacerlo al tercero. Este último encendió
una vela y consiguió llenar la habitación.
Muchas gracias querido padre Gustavo Gutiérrez por su fecunda vida y
obra, muchas gracias querido padre Gustavo Gutiérrez por su ejemplo
sin par, y muchas gracias querido padre Gustavo Gutiérrez por haber
aceptado impartir la lección inaugural de este año académico en nuestra
Facultad de Derecho.
La palabra es suya.
Sobre democracia y justicia
Lección de Apertura del Año Académico de la Facultad
de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
expuesta el día 31 de marzo del año 2016 en el Auditorio
de la Facultad de Derecho
R.P. GUSTAVO GUTIÉRREZ MERINO, O.P.*
En primer lugar, quiero agradecer la invitación a compartir algunas
reflexiones esta mañana aquí en este ámbito de la Facultad de Derecho.
Gracias por esta invitación, gracias también al señor Decano por su
presentación. Por momentos, me sentí un poco incómodo, pero en fin
—ya saben en qué sentido, no en uno malo, sino bueno—.
Quisiera, entonces, enfocar el tema que me ha sido propuesto pensando
mucho en el país. Yo llevo cerca de nueve décadas dando vueltas
alrededor del sol y todavía me llama la atención lo poco que los
peruanos nos conocemos. Es algo frecuente. Claro, se nombrarán
excepciones —siempre hay excepciones—, pero me parece uno de los
grandes males del país.
I. DISTINTOS Y DISTANTES
El nuestro es un país desigual y lleno de desencuentros históricos. No
voy a hacer la enumeración de esto, naturalmente, pero creo que hay
algo que vemos en estos mismos meses, unos se alegran y otros se sienten
orgullosos de que esté teniendo lugar la cuarta elección presidencial
democrática consecutiva, pero el nuestro es un país que va a cumplir
doscientos años como República democrática, no sé si hay razones para
estar muy orgullosos.
Norberto Bobbio decía que la democracia supone que todos tomen parte
en las decisiones que conducen a la sociedad al saber quiénes toman esas
decisiones, por qué lo hacen y dónde. Es decir, no hay que olvidar que la
democracia no se satisface con formalidades, sino que exige un sentido
más hondo y una fecunda igualdad en derechos de sus habitantes. Una
buena parte de nuestra población, por su fragilidad, por el olvido en que
ha vivido desde hace mucho tiempo, no cuenta mucho en el país. El
informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación lo dejó muy
claro.
* Profesor emérito del Departamento de Teología de la Pontificia Universidad Católica del Perú
y de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Iniciador de la Teología de la Liberación.
Premio «Príncipe de Asturias» de Comunicación y Humanidades (2003). Correo electrónico:
gutierrez33ster@gmail.com
N° 76, 2016
pp. 11-16

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