Violencia social y ciudadanía.

AutorGiusti, Miguel
CargoEnsayo

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Siendo muchas las maneras posibles de vincular entre sí las cuestiones de la violencia social y la ciudadanía, permítanme que despeje el terreno y entre en materia citando a un personaje de autoridad indiscutible, aunque no precisamente por sus contribuciones a la historia de la filosofía política. Me refiero a Marcos Williams Herbas Camacho, alias Marcola, conocido delincuente brasileño, jefe del Primer Comando de la Capital (PCC) de Sao Paulo, ejército de criminales que mantiene en vilo desde hace varias décadas a esa gigantesca ciudad. Tomo sus declaraciones de una entrevista que le hiciera recientemente el diario O Globo y que es reproducida y comentada en la revista Cosas Hombre (marzo 2011, pp. 79-81). Y aprovecho por cierto la ocasión para agradecer a Fernando Ampuero, director de Cosas Hombre, por el dato y las conversaciones en torno al tema.

Marcola presta sus declaraciones en una cárcel de máxima seguridad de Sao Paulo, desde donde al parecer sigue manteniendo el control sobre su ejército en las barriadas de la ciudad, pese a que cumple allíuna condena de cuarenta años. Su fortuna, de dimensiones incalculables, ha sido obtenida del negocio de las drogas y del comercio de armas. A su comando se debió la insólita ola de violencia que paralizó Sao Paulo por varias semanas en el año 2006 y que ha seguido haciéndose visible en la ciudad y el país en los últimos años. Cuando se le pregunta por su papel en este comando criminal, Marcola, hombre sin duda cultivado, responde: "Yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Durante décadas, ustedes nunca me miraron y creyeron que era fácil resolver el problema de la miseria. Su diagnóstico era simple: migración rural, desnivel de renta, pocas favelas, periferias discretas. La solución nunca aparecía ... Nosotros solo éramos noticia en los derrumbes en las montañas o en la música romántica ... Ahora somos ricos con la multinacional de la droga, y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social".

Volveré más adelante sobre esta formidable y lúcida afirmación: "Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social". Pero, antes de ello, resumo brevemente las ideas o las declaraciones de Marcola. Él se siente parte de una nueva "especie", como él mismo la llama, diferente de los "proletarios" o los "explotados", categorías que aún designan movimientos o grupos de algún modo pertenecientes al sistema o recuperables por él. "Hay una tercera cosa, sostiene, creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles ... Ya surgió un nuevo lenguaje, otra lengua. Lo que tenemos delante es una especie de postmiseria. La postmiseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes." Con sorprendente aplomo y crudeza, Marcola le explica al periodista que esta nueva especie es muy superior al Estado organizado: una empresa más moderna, mucho mejor armada, tecnológicamente mejor equipada, hoy incluso más globalizada y que, sobre todo, vive de la muerte y no tiene los reparos morales de la sociedad que la cobija sin posibilidades ya de reacción. "Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme; pero yo puedo mandarlos matar a ustedes allá afuera."

¿Habrá alguna solución para este tremendo problema, alguna posibilidad de enmendar el rumbo?, pregunta tímidamente el periodista de O Globo. No la hay, responde con igual firmeza Marcola. Y no la hay sencillamente porque ya es demasiado tarde. La magnitud de las zonas de pobreza en el Brasil es inmensamente grande, el caos social en el que germina la postmiseria es de dimensiones tales que no es imaginable siquiera una solución. A menos, claro está, sostiene Marcola, aunque solo para reforzar la idea de que eso es imposible, que hubiese "un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización generalizada y todo bajo la batuta de una tiranía ilustrada que pasase por encima de la parálisis burocrática secular ... todo lo cual costaría billones de dólares e implicaría una transformación psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea, es imposible. No hay solución".

Hasta aquí las declaraciones de Marcola. De ellas voy a tomar solo algunos puntos, y prescindiré deliberadamente de otros. Dejaré de lado las cuestiones específicas de la violencia del narcotráfico y me concentraré simplemente en el problema del crecimiento abrupto y desmesurado de las ciudades latinoamericanas, Lima entre ellas, debido en parte a los procesos de migración forzada, originados tanto por el subdesarrollo económico como por la violencia política, y en parte a la implantación de políticas neoliberales desterritorializadas de incentivación de la economía, y me plantearé desde allí, desde ese caótico espacio público, qué pueden significar la ética o la conciencia ciudadana. Lo que Marcola afirma sobre la existencia de una "especie" nueva de población, caracterizada como "postmiseria", es decir, la generación de una capa social inmensa desplazada hacia la periferia tanto del sistema económico como del espacio urbanístico, es algo que mantiene su vigencia aun sin la vinculación explícita a la violencia del narcotráfico. Esta curiosa y escandalosa coexistencia de abundancia económica y pobreza extrema, de derroche consumista y marginalidad, de auge y declive del mismo sistema, de los balnearios exclusivos de Asia y el pueblo de Mala, es el marco en que debe ubicarse la pregunta por el sentido ético del espacio público.

VIOLENCIA Y RECONOCIMIENTO

Mi primer punto al respecto consistirá en traer a colación una tesis de...

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