Memoria y violencia politica.

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CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

En los últimos meses, ante la aparición pública del Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), el país vio "florecer" la memoria referida a los años de violencia política. Todo tipo de personajes y actores políticos mencionaban, incluso desesperadamente, la palabra memoria. "¡Hagan memoria!", se demandó, en especial a los más jóvenes.

Un tema marginal incluso entre los académicos, vinculado básicamente a la agenda de los organismos de derechos humanos (DDHH), de pronto se volvió noticia de actualidad, cada quien usando el término a su medida. En pocas palabras: primó el pedido de un tipo particular de memoria, reactivo y falto de reflexión, que actuó como el reclamo de la pena de muerte ante un riesgo aterrador. Es decir, la memoria como una especie de política de seguridad. Pero la memoria es bastante más que eso (o puede serlo).

EL FACTOR MOVADEF

La prensa mostró dos tipos de universitarios: los que ignoran casi todo sobre la violencia política y Sendero Luminoso (SL) y son incapaces de reconocer siquiera a sus líderes, y los miembros jóvenes del Movadef, que bregan por lograr amnistía para Abimael Guzmán, justifican sus crímenes y reclaman una herencia política que estiman legítima y que no sienten que deba avergonzarlos. (1)

La violencia política de fines del siglo pasado no es incluida por estos jóvenes en una narrativa que les sirva para apreciar el valor de vivir en democracia y en paz. Muestran indiferencia hacia el pasado reciente o, lo que es más serio, una aproximación a SL. La debilidad de la transmisión de la memoria trivializa, en una u otra dirección, lo que significó SL para el país. Es un dato más de las clases de Historia (si acaso). Para combatir esta situación, se requiere más memoria ya.

LA CÓMODA MEMORIA DE HOY

Pero ¿qué tipo de memoria están pidiendo los medios de comunicación y los actores políticos? Una memoria vacía de contenido ético, desvinculada de procesos conexos a los de justicia y reparación. Que no lee el pasado cuestionando los procesos de violencia, sus causas, identificando a sus actores y sus responsabilidades. Menos aún se interroga sobre el uso que se le da hoy a este pasado. Es una memoria que se parece, curiosamente, a la versión positivista de la historia, que pedía que se dejara hablar a los hechos por sí mismos, sin pretender explicaciones o interpretaciones.

Por eso es una memoria cómoda. Porque pueden apelar a ella todos los actores sin necesidad de mirarse a sí mismos ni explorar en sus decisiones pasadas, sus consecuencias y la relación de ese pasado con su quehacer político actual.

Esta memoria cómoda tiene variantes que se han puesto en juego desde hace tiempo en el país. Investigadores como Jo Marie Burt (2) hablan de la memoria salvadora, que se construye omitiendo deliberadamente las violaciones de los DDHH. Esta es la memoria fujimorista, que resalta la pacificación y el heroísmo de las fuerzas del orden y de las autoridades del Poder Ejecutivo.

Otra es la memoria militar, que conmemora el sacrificio de las fuerzas de seguridad frente a la amenaza terrorista y se victimiza frente al poder político, que las usó sin asumir su rol dirigente y que no es capaz de asegurarles impunidad. (3)

La memoria conservadora busca encerrar todo lo ocurrido en las décadas de 1980 y 1990 bajo el rótulo de "Época del terrorismo", lo que pone al margen la responsabilidad de la clase dirigente frente a la crisis y en particular, frente a sus crímenes. En este último ámbito se mueve la derecha, que está dispuesta a admitir que hubo excesos, pero que se niega a aceptar alguito más por pensar que es una concesión a la izquierda de hoy. Esta memoria conservadora es la que comúnmente se expresa en medios de comunicación, y a ella recurren a menudo líderes de opinión, políticos y empresarios.

No hay memoria más cómoda, sin embargo, que la de SL. Han construido un pasado que pretende justificar su guerra como parte de luchas sociales justas, que la entiende como una prolongación válida de la política y que califica crímenes como errores. Como toda guerra tiene costos --dicen--, entonces merecerían comprensión. La memoria de los que pertenecen al Movadef, aunque ellos quieran marcar distancia, es esta mismísima.

Todos estos actores y sus memorias se incomodan ante el relato de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). No aceptan sus conclusiones o seleccionan las partes "correctas", que les son útiles, y desechan aquellas que los interpelan, atribuyéndole a los comisionados fallas de origen: que eran personas de izquierda, los...

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