Manuel Augusto Olaechea, «gran señor de la vida»

AutorCarlos Ramos Núñez
Páginas51-131
MANUEL AUGUSTO OLAECHEA, «GRAN SEÑOR DE LA VIDA»
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2. MANUEL AUGUSTO OLAECHEA, «GRAN SEÑOR DE LA VIDA»
Si el talento jurídico fuera un certamen, Olaechea probablemente se-
ría elegido como uno de los abogados mejor dotados que ha tenido el
Perú. En una entrevista concedida en 1943, hacia el final de su vida, el
estudioso limeño confiaba a sus interlocutores que el secreto del «abo-
gado completo» —esas eran sus palabras— residía en una síntesis de
claridad, preparación doctrinaria, espíritu liberal, dignidad y benevo-
lencia. Consideraba que la actividad jurídica era, en buena cuenta,
una «altísima especulación del espíritu», cuyo ejercicio demandaba
grandes dosis de conocimiento técnico, rigor intelectual y humanidad.1
Olaechea estaba lejos de pensar que la profesión legal fuese tan solo
una actividad empírica, como por desgracia muchos piensan. Precisa-
mente la destreza técnica, la altura de miras y la benevolencia carac-
terizarían la efigie del distinguido abogado, maestro universitario y
codificador.
1«Juristas peruanos. Reportaje al doctor Manuel Augusto Olaechea». Revista Peruana de Dere-
cho, tomo I, n.o 6, abril, mayo y junio de 1943, pp. 135-141. La cita corre en la página 136.
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HISTORIA DEL DERECHO CIVIL PERUANO
2.1. Ímpetus juveniles
Es [Manuel Augusto Olaechea] un joven que tiene el aplomo de los hombres
reposados; habla sin gesticular, sin arrebatos, diciendo tranquilamente, afir-
mando, seduciendo, y llega a impresionar a su auditorio, lógica y humilde-
mente. Sentencia de plano, con prolijidad, con audacia y con sobriedad dice y
ejecuta, manda y suplica, invoca y condena; luce citas, se escuda de leyes,
raciocina, convence, se subleva, lanza el sarcasmo, irradia ideas y proclama
la verdad y el Derecho.
La Prensa. Lima, sábado 18 de julio de 1908, p. 1.
José Manuel Augusto Olaechea y Olaechea nació el 20 de marzo de
1880, en el seno de una distinguida familia terrateniente asentada en
el departamento de Ica desde fines del siglo XVII. Quizá debido a esa
identificación de los Olaechea con Ica, no han sido pocos los que han
ubicado su nacimiento en esa ciudad costeña;2 otros —con más seguri-
dad y certeza— lo sitúan en Lima,3 hecho que la documentación de
archivo corrobora de manera inequívoca.4 Hijo mayor de don Manuel
Pablo Olaechea y Guerrero y de doña Clementina Olaechea y Robles
(primos entre sí), el futuro codificador cursa los primeros estudios en
Lima, en el colegio jesuita de La Recoleta. El paso por ese plantel,
regido en su mayor parte por sacerdotes procedentes de la Francia
septentrional, marcaría desde muy temprano el espíritu y el intelecto
del futuro letrado. En efecto, en La Recoleta el pequeño Manuel Augus-
to recibiría un estilo de formación humanística y cristiana que un testi-
go algo posterior, Luis Alberto Sánchez, describiría como «viril, sencillo,
2Cf. GUERRA MARTINIÈRE, Margarita. «Antecedentes históricos del Código Civil peruano de 1936».
En Víctor Guevara Pezo (coord.). Instituciones del derecho civil peruano. (Visión histórica). Lima:
Fundación M. J. Bustamante de la Fuente – UNIFE, 1996, tomo 1, p. 164; AROSEMENA GARLAND,
Geraldo. Apuntes sobre el Colegio de Abogados, p. 183; El Colegio de Abogados de Lima y sus
decanos, p. 277. En el mismo error se incurre en la reseña que dispensa a Olaechea el Anuario
Bibliográfico Peruano (Lima, 1946, p. 227). Uno de sus más lúcidos biógrafos, José León
Barandiarán, no se pronuncia inicialmente sobre el lugar de nacimiento del jurista, pero luego
postula un presunto origen iqueño. Véase LEÓN BARANDIARÁN, José. «Semblanza de Manuel Au-
gusto Olaechea». Revista Jurídica del Perú, año V, n.o 3, julio-setiembre de 1954, p. 191.
3OLAECHEA DU BOIS, Manuel P. Estudio Olaechea, 1878-1978. 2.a edición. Lima, s. e., 1983, p. 71.
Véase también, DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. «Homenaje a Manuel Augusto Olaechea». Revista
del Foro, año LXV, n.o 2, abril-junio de 1978, pp. 77-99. Se trata del discurso por el Día del Aboga-
do. Una reseña del libro de Olaechea Du Bois en NAVARRO GRAU, José. «Estudio Olaechea, 1878-
1978». Revista de Jurisprudencia Peruana, año XXXVII, n.o 421, febrero de 1979, pp. 124-138.
4AGN. Grados de abogados. Legajo 30, cuaderno 1453. Año 1899. Grado de Manuel Augusto
Olaechea. 38 fjs., f. 6.
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cordial y profundo», «de amplios horizontes y un cierto aroma de cla-
sicismo y europeísmo».5 El aprendizaje del francés —que para Olaechea
sería, a lo largo de su vida, el idioma intelectual por excelencia— era
fomentado intensivamente por los educadores jesuitas de La Recoleta,
que apelaban para ello a métodos a la vez estrictos y pintorescos.6
Luego de concluir la secundaria en 1895, Olaechea ingresa a la
Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de San Marcos. Debió
de influir el ascendiente familiar en la elección profesional del joven.
Su padre, el abogado, magistrado y político pierolista Manuel Pablo
Olaechea (Ica, 1843-Lima, 1913), a más de parlamentario, ministro
en varios períodos y fundador de un reputado estudio forense, lograría
notoriedad como jurisconsulto gracias a sus defensas forenses y a la
publicación de dos folletos valiosos: «El usufructo de la madre» y «Ver-
dadero sentido y alcance del artículo 293 del Código Civil», aparecidos
en 1899. En estos discutía una tesis sugerente: «La mujer que contrae
matrimonio, teniendo hijos, ¿pierde de un modo absoluto y para siem-
pre, el derecho a los frutos de los bienes que administra, pertenecien-
tes a sus hijos?». Manuel Pablo Olaechea se pronunciaba en esos folle-
tos por el reconocimiento del usufructo de la madre. Aunque diestro
en materia de pleitos, el padre del codificador, demorado en atender y
custodiar la hacienda familiar, se gradúa de abogado recién en 1878,
cumplidos ya los treintaicinco años. En octubre del mismo año abre
un bufete en la capital, que sería el hasta hoy afamado Estudio Docto-
res Olaechea. Otro pariente que alentó la orientación del joven Ma-
nuel Augusto hacia la lectura de las leyes sería su primo hermano,
5SÁNCHEZ, Luis Alberto. Testimonio personal. Memorias de un peruano del siglo XX. 2.a edición.
Lima: Mosca Azul Editores, 1987, tomo 1, p. 87.
6Evoca Sánchez en sus memorias el modo como los padres jesuitas enseñaban el francés a sus
pupilos, «dentro de un régimen de alta velocidad». No solo las lecciones eran impartidas en esa
lengua, sino que era obligatorio su empleo aún en los recreos y en los rezos religiosos. Incluso el
cotidiano Padre Nuestro era recitado en idioma galo. Como medida de control, los padres de La
Recoleta habían ideado un curioso sistema de espías y delaciones entre los propios estudiantes,
para detectar cualquier infracción a esa regla. «Como respuesta —refiere Sánchez— inventamos
de inmediato nuestro “francés”; un patois increíble, compuesto de palabras castellanas todas
terminadas en sílabas agudas» (Ibídem, p. 93). Siempre zumbón, el intelectual limeño confiesa
que en La Recoleta lo primero que él y sus compañeros aprendían del francés eran las malas
palabras. Sánchez, empero, recuerda con calidez el sistema de enseñanza, «viril, sencillo, cordial
y profundo», que imprimían a sus alumnos los inflexibles pero inteligentes educadores galos.

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