Falacias bioéticas

AutorManuel Atienza Rodríguez
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho, Universidad de Alicante
Páginas201-226
201
1. El Vaticano y la pedofilia
Frente a quien argumenta por reducción al absurdo (si se acep-
ta X, entonces debe aceptarse también Y; pero Y es absurdo;
por lo tanto, debe rechazarse X) cabe a veces oponer que hay
una forma de entender X (como X’) que no lleva a Y.
En septiembre de 1995 se celebró en Pekín, y tuvo un
gran despliegue en toda la prensa, la Conferencia Mundial de
la Mujer. Parte del interés que la reunión suscitó se debió a
que la delegación vaticana anunció, al comienzo de la misma,
lo que sin duda era un cambio de actitud substancial –y de
gran trascendencia– en materia de reproducción humana: “La
planificación familiar –declararon los delegados vaticanos–
es una decisión libre del hombre y la mujer. Sólo ellos deben
elegir la frecuencia y el número de hijos que quieren tener,
sin presiones externas. El Vaticano acepta todos los métodos
anticonceptivos, como recoge el documento”.
AnexosAnexos
AnexosAnexos
Anexos::
::
:
FALACIAS BIOÉTICASFALACIAS BIOÉTICAS
FALACIAS BIOÉTICASFALACIAS BIOÉTICAS
FALACIAS BIOÉTICAS
MANUEL ATIENZA
202
Si mal no recuerdo, al final resultó que el Vaticano no acep-
taba todos los métodos anticonceptivos sino, más o menos, los
que siempre había aceptado, ahora rebautizados de “ecológi-
cos”. Pero en el interín, los delegados de la Iglesia tuvieron
tiempo para emitir un par de opiniones francamente sorpren-
dentes (si el relato que de ello hizo la prensa es fidedigno: utilizo
como fuente “El País” de 7–9–95). Una de ellas no necesita
mucho análisis: Afirmar que el aborto es “la más grande viola-
ción de los derechos humanos que puede haber porque va contra
el derecho básico de la vida” supone, en el mejor de los casos,
equiparar el aborto con el genocidio y, por tanto, una clínica
ginecológica con un campo de exterminio, lo que –supongo–
resulta exagerado para cualquiera, por muy antiabortista que
sea. La otra es considerablemente más sutil y tuvo como prota-
gonista al portavoz permanente del Vaticano, Joaquín Navarro
Valls: “Respecto a la libertad sexual, Navarro Valls se pregun-
taba que si la comunidad internacional está dispuesta a aceptar
todas las tendencias sexuales, entonces tendrá que plantearse
aceptar, por ejemplo, la pedofilia”.
El argumento pretende –mediante una reducción al ab-
surdo– sostener que la comunidad internacional no puede
aceptar cualquier tendencia sexual –piénsese, sin ir más le-
jos, en la homosexualidad que, como es sabido, no es vista
por la Iglesia Católica precisamente con buenos ojos–, y lo
hace “explotando” la ambigüedad de la que casi siempre
adolecen nuestros lenguajes. Bastaría, sin embargo, con pre-
cisar que “todas las tendencias sexuales” debe ser interpre-
tado como “todas las que practiquen adultos y mediando
consentimiento” para que el argumento –dirigido, en reali-
dad, contra la libertad sexual: en otro caso resultaría
incomprensible– resulte desactivado. De la misma manera
que uno acepta la libertad de expresión – incluida la expre-

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR