Discreta celebración de una ciudad

Por JUAN CARLOS FANGACIONo quiero a Lima. Tampoco la odio. Siento que es mi ciudad. Me atrae la neblina que va hechizando sus mañanas en Miraflores, la amabilidad protocolar de los camareros en una cafetería, el cielo sin esperanzas del invierno. Veo los microbuses como museos con una serie de retratos de la resignación. Camino por las calles sabiendo que hay una historia atractiva en cada rostro. Creo que por eso volví a vivir aquí. En otros países hay más editoriales y librerías, pero en la Lima tan llena de contrastes están los relatos que me interesan. También volví porque estaba mi madre, los parques...

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