Carlos Cueto Fernandini, paradigma de gran educador

Por Francisco Miró Quesada Cantuarias. Director General

La señora Lilly Caballero de Cueto ha tenido la brillante idea de editar un libro sobre la personalidad y obra de su fallecido esposo Carlos Cueto Fernandini (1912-1968). Su obra fue muy vasta, pues fue muy prolífico. Y es, por eso, imposible exponerla y analizarla en el breve espacio del que disponemos. Carlos Cueto fue un amigo íntimo, de manera que lo conocí muy bien. Y puedo afirmar que es la persona más noble que he conocido. Era serio, responsable, incapaz de hablar mal de nadie y siempre llano a reconocer los méritos de los demás. Más, a pesar de su seriedad, tenía un fino sentido del humor.

Estudió en el Colegio Alemán e ingresó a San Marcos, para seguir Filosofía y Derecho, que no ejerció. En 1940 trabajó como secretario del ministro de Educación, Pedro Oliveira. Su experiencia docente y su trabajo con el ministro definieron su vocación por la educación. También participó en la creación del Instituto Psicopedagógico Nacional y fue director de Sociología de la Educación. De 1951 a 1958 fue el primer decano de la Facultad de Educación de San Marcos.

En reconocimiento a su labor docente, la Fundación Guggenheim lo invitó a dar conferencias en las universidades de Nueva York, Wisconsin, Seattle, Pensilvania, Michigan, Wellesley College y Harvard.

A su retorno al Perú es nombrado, en 1954, presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía y en 1957 es reelegido. Este último año es contratado por la Unesco como director del Proyecto Principal de Educación para América Latina. En 1959 es nombrado director de la División de Educación de la OEA con sede en Washington y, en 1961, presidente de la Comisión Especial de la OEA para estudiar los problemas de la educación en América Latina. Este grupo se formó por iniciativa del presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Pero debemos cortar aquí, para exponer una de las cosas más importantes que hizo en su brillante carrera: su definición de maestro:

Todo aquel que se siente capaz de trabajar empeñosamente al servicio de un ideal, sin guardar para sí los frutos de su trabajo.

Todo aquel que al conversar con otro siente el placer de beneficiar con su pensamiento a quien dialoga y de escuchar el...

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