El circo llegó a la ciudad

La semana pasada se instaló en el Congreso la nueva Comisión Lava Jato, creada, supuestamente, para investigar la corrupción de Odebrecht y otras constructoras brasileñas en el Perú. La realidad, sin embargo, es otra. El único fin de esta comisión, como el de todas las que la precedieron, es hacer un circo mediático que sirva a los intereses políticos de quienes la conforman. El caso de las IIRSA, por ejemplo, en el que se sospecha de Odebrecht y otras constructoras brasileñas, ha sido investigado varias veces por el Congreso. Primero, en el 2006, como parte de la comisión investigadora del gobierno de Alejandro Toledo. Luego, por una comisión ad hoc creada en el 2008. Y por tercera vez por la anterior Comisión Lava Jato, creada en el 2015 y presidida por Juan Pari. ¿El resultado? Ninguno. Ni una sola prueba o indicio que aporte algo a las investigaciones judiciales. Ello, por cierto, no demuestra si hubo o no corrupción. Solo que estas comisiones no sirven para nada. Para empezar, se limitan a revisar documentos e interrogar a los involucrados. Es decir, a duplicar, superficialmente, el trabajo de la contraloría y la fiscalía. Por eso no descubren nada nuevo. No hay exigencias en cuanto a la calidad de las investigaciones o el mérito probatorio de lo que encuentran. Tampoco se presume la inocencia de nadie. Como su único fin es el político, eso puede ser interpretado como muestra de complicidad. Lo que hizo la comisión presidida por Juan Pari es un ejemplo del pobrísimo nivel de estas investigaciones. En el caso de las IIRSA, por ejemplo, su razonamiento es el siguiente: como las obras estaban presupuestadas en X y terminaron costando Y, las adendas que ampliaron los costos son ilegales y...

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