La historia del niño

Por Patricia Del Río. PeriodistaNo es fácil para ningún padre evaluar si lo que le está enseñando a su hijo es bueno o malo. En el momento en que decides llevarlo a una procesión, al teatro, o a alguna actividad cívica no puedes estar seguro de si esa experiencia lo hace mejor persona, o lo confunde. Estoy convencida de que mi madre me llevaba a la procesión de Semana Santa con la mejor intención, pero yo solo pensaba que había muchas velas, que todo estaba oscuro, que me iba a perder. Todos los días tomamos decisiones que les pueden complicar la vida a nuestros hijos. Sin embargo, si nos propusiéramos evaluar a cada instante si estamos haciendo lo correcto seríamos padres inseguros, poco espontáneos y controladores. Lo único que nos queda para seguir adelante es confiar en nosotros. Asumir que esos valores que defendemos son válidos y son transmisibles. Y por sobre todas las cosas, confiar en nuestro inmenso amor por ellos, y en la convicción de que nunca haríamos nada con la intención de dañarlos.El último sábado, miles de ciudadanos (sí, miles) marchamos por las calles de Lima exigiendo que se legalizara la unión civil entre personas del mismo sexo. Hombres, mujeres, gays, homosexuales, transexuales, niños y ancianos de diversos colectivos, profesiones o clases sociales se reunieron para exigir que se respetaran todas las formas de amor, y que se les permitiera a todos quererse. A pesar de la fiesta que se vivió en el Centro de Lima, los que se oponen a este principio básico de igualdad pegaron el grito en el cielo cuando los asistentes difundimos, sin temor ni vergüenza, fotos con nuestros hijos. Nos acusaron de manipuladores, malos padres, de estar llenándoles la cabeza de ideas aberrantes. Las críticas...

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